miércoles, 30 de abril de 2008

El ciprés de Silos


Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.

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Mástil de soledad, prodigio isleño;
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.

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Cuando te vi, señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,

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como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.

6666

Gerardo Diego

martes, 29 de abril de 2008

Ojos claros, serenos...


Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué si me miráis miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.

6666

Gutierre de Cetina

domingo, 27 de abril de 2008

Estaciones


Adivínase el dulce y perfumado
calor primaveral;
los gérmenes se agitan en la tierra
con inquietud en su amoroso afán,
y cruzan por los aires, silenciosos,
átomos que se besan al pasar.
Hierve la sangre juvenil; se exalta
lleno de aliento el corazón, y audaz
el loco pensamiento sueña y cree
que el hombre es, cual los dioses, inmortal.
No importa que los sueños sean mentira,
ya que al cabo es verdad
que es venturoso el que soñando muere,
infeliz el que vive sin soñar.
¡Pero qué aprisa en este mundo triste
todas las cosas van!
¡Que las domina el vértigo creyérase!...
la que ayer fue capullo, es rosa ya,
y pronto agostará rosas y plantas
el calor estival.
Candente está la atmósfera;
explora el zorro la desierta vía:
insalubre se torna
del limpio arroyo el agua cristalina,
el pino aguarda inmóvil
los besos inconstantes de la brisa.
Imponente silencio
agobia la campiña;
sólo el zumbido del insecto se oye
en las extensas y húmedas umbrías;
monótono y constante
como el sordo estertor de la agonía.
Bien pudiera llamarse, en el estío,
la hora del mediodía,
noche en que al hombre de luchar cansado
más que nunca le irritan,
de la materia la imponente fuerza
y del alma las ansias infinitas.
Volved, ¡oh, noches de invierno frío,
nuestras viejas amantes de otros días!
Tornad con vuestros hielos y crudezas
a refrescar la sangre enardecida
por el estío insoportable y triste...
¡Triste!... ¡Lleno de pámpanos y espigas!
Frío y calor, otoño o primavera,
¿dónde..., dónde se encuentra la alegría?
Hermosas son las estaciones todas
para el mortal que en sí guarda la dicha;
mas para el alma desolada y huérfana,
no hay estación risueña ni propicia.

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Rosalía de Castro


sábado, 26 de abril de 2008

Romance


Yo me acerqué hasta tu vera
con miedo, ¿por qué negarlo?

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En las sienes me latían
cincuenta y dos desengaños;
gris de paisaje en los ojos,
risas sin sol en los labios,
y el corazón jadeante
como un pájaro cansado.

55

Yo me acerqué hasta tu vera
con miedo, ¿por qué negarlo?

55

Te reventaba en la boca
un clavel de veinte años
y en la mejilla un suave
melocotón sonrosado.
Cuando dijiste: «Te quiero»
fue tu voz igual que un caño
de agua fresca en una tarde
calurosa de verano.

55

Se me echó encima el cariño
lo mismo que un toro bravo
y quedé sobre la arena
muerto de amor y sangrando
por cuatro besos lentísimos
que me brindaron tus labios.

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De la sien a la cintura,
de la garganta al costado.
¡Qué boda sin requilorios
sobre la hierba del campo!
¡Qué marcha nupcial cantaba
el viento sobre los álamos!
¡Qué luna grande y redonda
iluminó nuestro abrazo,
y qué olor el de tu cuerpo
a trigo recién cortado!

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El pueblo, a las dos semanas
hizo lengua en los colmados,
en las barandas del río,
en la azotea, en los patios,
en las mesas del casino
y en los surcos del arado:
«Un hombre que peina canas
y que le dobla los años».

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Es cierto que peino canas
pero en cambio, cuando abrazo
soy lo mismo que un olivo,
igual que un ciprés sonámbulo,
Cristobalón de aguas puras
que atraviesa el río a nado
si ve en la orilla unos ojos
o una boca hecha de nardos,
para cortarle el suspiro
con el calor de mis labios.

55

Que me escupan en la frente,
que me pregonen en bandos,
que vayan diciendo y digan.
Tú conmigo; yo a tu lado
respirando de tu aliento,
yendo al compás de tus pasos,
refrescándome las sientes
en la palma de tu mano.

55

Centinela de tus sueños,
hombro para tu descanso,
Cirineo de tus penas
Y San Juan de tu calvario
para quererte y tenerte
en la noche de mis brazos.

55

¡¿Qué importa que haya cumplido
cincuenta y pico de años?!
¿En qué código de amores,
en qué partida de cargos,
hay leyes que determinen
la edad del enamorado?
En cariños no hay fronteras,
ni senderos, ni vallados,
que el cariño es como un monte
con un letrero en lo alto
que dice sólo: «Te quiero»
Y colorín colorado.

6666

Rafael de León

viernes, 25 de abril de 2008

Amor tardío


Tardíamente, en el jardín sombrío,
tardíamente entró una mariposa,
transfigurando en alba milagrosa
el deprimente anochecer de estío.

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Y, sedienta de miel y de rocío,
tardíamente en el rosal se posa,
pues ya se deshojó la última rosa
con la primera ráfaga de frío.

55

Y yo, que voy andando hacia el poniente,
siento llegar maravillosamente,
como esa mariposa, una ilusión;

55

pero en mi otoño de melancolía,
mariposa de amor, al fin del día,
qué tarde llegas a mi corazón...

6666

José Ángel Buesa

jueves, 24 de abril de 2008

Lo que pasa


Yo te entregué mi sangre, mis sonidos,
mis manos, mi cabeza,
y lo que es más, mi soledad, la gran señora,
como un día de mayo dulcísimo de otoño,
y lo que es más aún, todo mi olvido
para que lo deshagas y dures en la noche, en la
tormenta, en la desgracia,
y más aún, te di mi muerte,
veré subir tu rostro entre el oleaje de las
sombras,

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y aún no puedo abarcarte, sigues creciendo como
un fuego, y me destruyes, me construyes, eres oscura como
la luz.

6666


Juan Gelman

miércoles, 23 de abril de 2008

La rosa blanca


¿Cuál de las hijas del verano ardiente,
cándida rosa, iguala a tu hermosura,
la suavísima tez y la frescura
que brotan de tu faz resplandeciente?

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La sonrosada luz de alba naciente
no muestra al desplegarse más dulzura,
ni el ala de los cisnes la blancura
que el peregrino cerco de tu frente.

55

Así, gloria del huerto, en el pomposo
ramo descuellas desde verde asiento;
cuando llevado sobre el manso viento

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a tu argentino cáliz oloroso
roba su aroma insecto licencioso,
y el puro esmalte empaña con su aliento.

6666

Carolina Coronado

martes, 22 de abril de 2008

Vivo sin vivir en mí


Vivo sin vivir en mí,
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.

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Vivo ya fuera de mí
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí;
cuando el corazón le di
puse en él este letrero:
que muero porque no muero.

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Esta divina prisión
del amor con que yo vivo
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.

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¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.

55

¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga.
Quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.

55

Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo, el vivir
me asegura mi esperanza.
Muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.

55

Mira que el amor es fuerte,
vida, no me seas molesta;
mira que sólo te resta,
para ganarte, perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero,
que muero porque no muero.

55

Aquella vida de arriba
es la vida verdadera;
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva.
Muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.

55

Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios, que vive en mí,
si no es el perderte a ti
para mejor a Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.

6666

Santa Teresa de Jesús



lunes, 21 de abril de 2008

Propongo mi cabeza atormentada


Propongo mi cabeza atormentada
por la sed y la tumba. Yo quería
despedir un sonido de alegría;
quizá sueno a materia desollada.
Me justifico en el dolor. No hay nada;
yo no encuentro en mis huesos cobardía.
En mi canto se invierte la agonía;
es un caso de luz incorporada.
Propongo mi cabeza por si hubiera
necesidad de soportar un rayo.
No hablo por mí solo. Digo, juro
que la belleza es necesaria. Muera
lo que deba morir; lo que me callo.
No toques, Dios, mi corazón impuro.

6666

Antonio Gamoneda

domingo, 20 de abril de 2008

Escrito con tinta verde



La tinta verde crea jardines, selvas, prados,
follajes donde cantan las letras,
palabras que son árboles,
frases que son verdes constelaciones.

55

Deja que mis palabras, oh blanca, desciendan y te cubran
como una lluvia de hojas a un campo de nieve,
como la yedra a la estatua,
como la tinta a esta página.

55

Brazos, cintura, cuello, senos,
la frente pura como el mar,
la nuca de bosque en otoño,
los dientes que muerden una brizna de yerba.

55

Tu cuerpo se constela de signos verdes
como el cuerpo del árbol de renuevos.
No te importe tanta pequeña cicatriz luminosa:
mira al cielo y su verde tatuaje de estrellas.

6666

Octavio Paz


sábado, 19 de abril de 2008

Rosa Hiperbólica


Va la carreta bamboleante
por el camino, sobre una foz,
el can al flanco va jadeante,
dentro de una sombra canta sin voz:

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-Soñé laureles, no los espero,
y tengo el alma libre de hiel.
¡No envidio nada, si no es dinero!
¡Ya no me llama ningún laurel!
Pulsan las penas en la ventana,
vienen de noche con su oración,
más aún alegran en la mañana
los gorriones de mi balcón.
Echéme al mundo de un salto loco,
fui peregrino sobre la mar ,
y en todas partes pecando un poco,
dejé mi vida como un cantar.
No tuve miedo, fui turbulento,
miré en las almas como en la luz.
Di mi palabra con mi alma al viento,
como una espada llevo mi cruz.
Yo marcho solo con mis leones
y la certeza de ser quien soy.
El diablo escucha mis oraciones.
Canta mi pecho: ¡Mañana es hoy!
Va la carreta bamboleante,
por el camino, sobre una foz,
el can al flanco va jadeante
dentro una sombra canta sin voz.

6666

Ramón María del Valle Inclán


jueves, 17 de abril de 2008

Soneto IV


Si las penas que dais son verdaderas,
como lo sabe bien el alma mía,
¿por qué no me acaban? y sería
sin ellas el morir muy más de veras;

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y si por dicha son tan lisonjeras,
y quieren retoçar con mi alegría,
decid, ¿por qué me matan cada día
de muerte de dolor de mil maneras?

55

Mostradme este secreto ya, señora,
sepa yo por vos, pues por vos muero,
si lo que padezco es muerte o vida;

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porque, siendo vos la matadora,
mayor gloria de pena ya no quiero
que poder alegar tal homicida.

6666

Cristóbal de Castillejo

miércoles, 16 de abril de 2008

Poema Amor


¡Amar a una mujer, sentir su aliento,
y escuchar a su lado
lo dulce y armonioso de su acento;
tener su boca a nuestra boca unida
y su cuello en el nuestro reclinado,
es el placer mas grato de la vida,
el goce mas profundo
que puede disfrutarse sobre el mundo!

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Porque el amor al hombre es tan preciso,
como el agua a las flores,
como el querube ardiente al paraíso;
es el prisma de mágicos colores
que transforma y convierte
las espinas en rosas,
y que hace bella hasta la misma muerte
a pesar de sus formas espantosas.

55

Amando a una mujer, olvida el hombre
hasta su misma esencia,
sus deberes mas santos y su nombre;
no cambia por el cielo su existencia;
y con su afán y su delirio, loco,
acaricia sonriendo su creencia,
y el mundo entero le parece poco…
Quitadle al zenzontle la armonía,
y al águila su vuelo,
y al iluminar espléndido del día
el azul pabellón del ancho cielo,
y el mundo seguirá… Mas la criatura,
del amor separada
morirá como muere marchitada
la rosa blanca y pura
que el huracán feroz deja tronchada;
como muere la nube y se deshace
en perlas cristalinas
cuando le hace falta un sol que la sostenga
en la etérea región de las ondinas.

55

¡Amor es Dios!, a su divino fíat
brotó la tierra con sus gayas flores
y sus selvas pobladas
de abejas y de pájaros cantores,
y con sus blancas y espumosas fuentes
y sus limpias cascadas
cayendo entre las rocas a torrentes;
brotó sin canto ni armonía…

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Hasta que el beso puro de Adán y Eva,
resonando en el viento,
enseñó a las criaturas ese idioma,
ese acento magnífico y sublime
con que suspira el cisne cuando canta
y la tórtola dulce cuando gime,
¡Amor es Dios!, y la mujer la forma
en que encarna su espíritu fecundo;
él es el astro y ella su reflejo,
él es el paraíso y ella el mundo…

55

Y vivir es amar. A quien no ha sentido
latir el corazón dentro del pecho
del amor al impulso,
no comprende las quejas de la brisa
que vaga entre los lirios de la loma,
ni de la virgen casta la sonrisa
ni el suspiro fugaz de la paloma.

55

¡Existir es amar! Quien no comprende
esa emoción dulcísima y suave,
esa tierna fusión de dos criaturas
gimiendo en un gemido,
en un goce gozando
y latiendo en unísono latido…
Quien no comprende ese placer supremo,
purísimo y sonriente,
ése miente si dice que ha vivido;
si dice que ha gozado, miente.

55

Y el amor no es el goce de un instante
que en su lecho de seda
nos brinda la ramera palpitante;
no es el deleite impuro
que hallamos al brillar una moneda
del cieno y de la infamia entre lo oscuro;
no es la miel que provoca
y que deja, después que la apuramos,
amargura en el alma y en la boca…

55

Pureza y armonía,
ángeles bellos y hadas primorosas
en un Edén de luz y de poesía,
en un pénsil de nardos y de rosas,
Todo es el amor.
Mundo en que nadie
llora o suspira sin hallar un eco;
fanal de bienandanza
que hace que siempre ante los ojos radie
la viva claridad de una esperanza.

55

El amor es la gloria,
la corona esplendente
con que sueña el genio de alma grande
que pulsa el arpa o el acero blande,
la virgen sonriente.
El Petrarca sin Laura,
no fuera el vate del sentido canto
que hace brotar suspiros en el pecho
y en la pupila llanto.
Y el Dante sin Beatriz no fuera el poeta
a veces dulce y tierno,
y a veces grande, aterrador y ronco
como el cantor salido del infierno…

55

Y es que el amor encierra
en su forma infinita
cuanto de bello el universo habita,
cuanto existe de ideal sobre la tierra.
Amor es Dios, el lazo que mantiene
en constante armonía
los seres mil de la creación inmensa;
y la mujer la diosa,
la encarnación sublime y sacrosanta
que la pradera con su olor inciensa
y que la orquesta del Supremo canta,
¡Y salve, amor! emanación divina…

55

¡Tú, mas blanca y mas pura
que la luz de la estrella matutina!
¡Salve, soplo de Dios!…
Y cuando mi alma
deje de ser un templo a la hermosura,
ven a arrancarme el corazón del pecho
ven a abrir a mis pies la sepultura.

6666

Manuel Acuña

martes, 15 de abril de 2008

Horas alegres que pasáis volando...


Horas alegres que pasáis volando
porque a vueltas del bien mayor mal sienta;
sabrosa noche que en tan dulce afrenta
el triste despedir me vas mostrando;

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importuno reloj que, apresurando
tu curso, mi dolor me representa;
estrellas con quien nunca tuve cuenta,
que mi partida vais acelerando;

55

gallo que mi pesar has denunciado,
lucero que mi luz va oscureciendo,
y tú, mal sosegada y moza Aurora,

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si en voz cabe dolor de mi cuidado,
id poco a poco el paso deteniendo,
si no puede ser más, siquiera una hora.

6666

Gutierre de Cetina

lunes, 14 de abril de 2008

Pensé, mas fue engañoso el pensamiento


Pensé, mas fue engañoso pensamiento,
armar de puro hielo el pecho mío;
porque el fuego de Amor al grave frío
no desatase en nuevo encendimiento.

55

Procuré no rendirme al mal que siento,
y fue todo mi esfuerzo desvarío;
perdí mi libertad, perdí mi brío,
cobré un perpetuo mal, cobré un tormento.

55

El fuego al hielo destempló, en tal suerte,
que, gastando su humor, quedó ardor hecho;
y es llama, es fuego, todo cuanto espiro.

55

Este incendio no puede darme muerte;
que, cuando de su fuerza más deshecho,
tanto más de su eterno afán respiro.

6666

Fernando de Herrera

viernes, 11 de abril de 2008

Poema 17


Este poema es una paráfrasis del poema 30
de “El jardinero” de Rabindranath Tagore.

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En mi cielo al crepúsculo eres como una nube
y tu color y forma son como yo los quiero.
Eres mía, eres mía, mujer de labios dulces
y viven en tu vida mis infinitos sueños.

55

La lámpara de mi alma te sonrosa los pies,
el agrio vino mío es mas dulce en tus labios,
oh segadora de mi canción de atardecer,
como te sienten mía mis sueños solitarios!

55

Eres mía, eres mía, voy gritando en la brisa
de la tarde, y el viento arrastra mi voz viuda.
Cazadora del fondo de mis ojos, tu robo
estanca como el agua tu mirada nocturna.

55

En la red de mi música estas presa, amor mío,
y mis redes de música son anchas como el cielo.
Mi alma nace a la orilla de tus ojos de luto.
En tus ojos de luto comienza el país del sueño.

6666

Pablo Neruda

jueves, 10 de abril de 2008

Reconoce lo imposible...



Alma, no puede ser, estás cautiva,
a redimirte en vano te dispones,
¿qué importará que limes las prisiones,
si has de quedar esclava y fugitiva?

55

no en la cadena, por dureza esquiva,
admiración ni lástima propones,
que de la fuerza de sus eslabones
no hay libertad que sin envidia viva.

55

Forjólos el amor de la belleza,
en que mezcló el cariño y el recato
la discreción, la gala, talle y brío.

55

No será que se gaste tu fineza,
ni se podrá romper, que con el trato,
ha perdido la fuerza el albedrío.

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Luis de Ulloa Pereira