jueves, 12 de junio de 2008

A una dama


Que me tuviste amor has confesado
cuando ya me condenas a tu olvido;
no me mataras, no, de aborrecido,
dejárasme morir de enamorado.

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Haber perdido el bien después de hallado,
es peor que no haberle conseguido;
no es infeliz quien dicha no ha tenido,
sólo aquel que la pierde es desdichado.

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¡Oh, nunca yo supiera que me amaste!
Pues juzga mi temor, o mi fineza,
que tu mudanza es culpa de mi dicha.

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Bien conozco de ti que te mudaste;
pero no sé culpar a tu firmeza,
como tengo más cerca a mi desdicha.

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Antonio de Solís y Rivadeneira