sábado, 22 de enero de 2011

Tu famosa, tu mínima impotencia...


Tu famosa, tu mínima impotencia
desparramar intento
sin detener el paso ni un instante.
Para lo tal, me apeo en mi paciencia,
pulso un acordeón llorón de viento
y socarrón de voz, y ya es bastante.

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Tu cornicabreada decrepitud purgente
exige estos reparos de escritura,
y con ellos ayudo a someterse,
no al manicomio, al tonticomio oscuro
que tu idiotez, sin mezcla de locura,
pide hasta que la muerte
venga a sacar tu vida de este apuro.

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Llevas el corazón con cuello duro,
residuo de una momia milenaria,
concurso de idiotas,
que necesitas la alabanza diaria,
y descosido en la alabanza explotas.

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Cocodrilito pequeñito, ñito,
lagartija de astucia,
mezquina, subterránea, con el rabo marchito,
y la mirada alcantarilla sucia.

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Tarántula diabética y escuálida,
forúnculo político y gramático,
repúblico de triste mierda inválida,
oráculo, sarcófago enigmático.

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Demócrata de dientes para fuera,
altares solicita tu zapato.
No hagas más reflexiones de topo y madriguera
en tu conejeril rincón de mentecato.

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Humo soberbio, sapo que te hinches
cuando oyes un piropo:
disuélvete en berrinches,
resuélvete, desaparece, topo.

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España no precisa
tu vaciedad de calabaza neta,
tu mezquindad que duele y que da risa,
tu vejez inconcreta,
venenosa, indecisa.

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No te toca la sangre de los trabajadores,
sus muertes no salpican tu chaleco,
no te duelen sus ansias ni su lucha:
tu tiniebla trafica con sus puros fulgores,
su clamor no halla en ti ni voz ni eco,
tu vanidad su mismo ruido escucha
como un sótano seco.

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Hay ojos que derraman raíces amorosas,
sobre tus ojos tienes
uñas que a hacerse dueñas de las cosas
avanzan por tus sienes.

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Necesitan incienso e incensario
tu secundaria vida,
tu corazón de espino secundario,
tu soberbia de zarza consumida.

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Sobre tu pedestal o tu peana,
monumento de oficio,
cuando tu salvación está cercana
quieres llevar un pueblo al precipicio.

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Te rebuznó en el parto tu madre, y más valiera
a España que jamás te rebuznara
con esa cara de escobilla fiera,
de vieja zorra avara.

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No llevarás mi pueblo a la derrota,
dictador fracasado, rey confuso,
y caerás por la punta de una bota
sobre tus flacos días puesta en uso.

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Miguel Hernández

Reseña biográfica

Poeta español nacido en Orihuela, Alicante, en 1910.
Hijo de campesinos, desempeñó entre otros oficios, el de pastor de cabras. Guiado por su amigo Ramón Sijé, se inició en la poesía desde los veinte años; publicó su primer libro «Perito en lunas» en 1933 y posteriormente, los sonetos agrupados en «El rayo que no cesa», marcaron la experiencia amorosa del poeta.
Durante la guerra civil militó muy activamente en el bando republicano como Comisario de Cultura, siendo encarcelado y condenado a muerte al terminar el conflicto. Antes de morir, enfermo y detenido, publica su última obra, «Cancionero y romancero de ausencias».
Falleció en 1942.