domingo, 12 de agosto de 2012

Quejas



¡Y amarle pude! Al sol de la existencia
se abría apenas soñadora el alma...
Perdió mi pobre corazón su calma
desde el fatal instante en que le hallé.
Sus palabras sonaron en mi oído
como música blanda y deliciosa;
subió a mi rostro el tinte de la rosa;
como la hoja en el árbol vacilé.

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Su imagen en el sueño me acosaba
siempre halagüeña, siempre enamorada;
mil veces sorprendiste, madre amada,
en mi boca un suspiro abrasador;
y era él quien lo arrancaba de mi pecho;
él, la fascinación de mis sentidos;
él, ideal de mis sueños más queridos;
él, mi primero, mi ferviente amor.

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Sin él, para mí el campo placentero
en vez de flores me obsequiaba abrojos;
sin él eran sombríos a mis ojos
del sol los rayos en el mes de abril.
Vivía de su vida apasionada;
era el centro de mi alma el amor suyo;
era mi aspiración, era mi orgullo...
¿Por qué tan presto me olvidaba el vil?

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No es mío ya su amor, que a otra prefiere.
Sus caricias son frías como el hielo;
es mentira su fe, finge desvelo...
Mas no me engañará con su ficción...
¡Y amarle pude, delirante, loca!
¡No, mi altivez no sufre su maltrato!
Y si a olvidar no alcanzas al ingrato,
¡te arrancaré del pecho, corazón!

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Dolores Veintimilla de Galindo



Reseña biográfica            

Poetisa ecuatoriana nacida en Quito. Creció en un hogar en el que todo le era propicio para ir formándose con finura y dominio de sus atributos personales. La poesía, la música y la pintura le tentaron graciosamente. Pero lo más legíti­mo de sus experiencias íntimas halló expre­sión en el verso. Fue una joven bella y trági­ca. O sea un alma señalada como pocas para el culto romántico. Cedió al impulso de escribir los "Recuerdos" de su brevísima existencia, de 27 años apenas. Por ello sabemos "que era completamente dicho­sa bajo la sombra del hogar doméstico".