martes, 9 de octubre de 2012

Las manos



Brotan del corazón, irrumpen por los brazos,
saltan, y desembocan sobre la luz herida
a golpes, a zarpazos.

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La mano es la herramienta del alma, su mensaje,
y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente.
Alzad, moved las manos en un gran oleaje,
hombres de mi simiente.

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Ante la aurora veo surgir las manos puras
de los trabajadores terrestres y marinos,
como una primavera de alegres dentaduras,
de dedos matutinos.

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Endurecidamente pobladas de sudores,
retumbantes las venas desde las uñas rotas,
constelan los espacios de andamios y clamores,
relámpagos y gotas.

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Conducen herrerías, azadas y telares,
muerden metales, montes, raptan hachas, encinas,
y construyen, si quieren, hasta en los mismos mares
fábricas, pueblos, minas.

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Estas sonoras manos oscuras y lucientes
las reviste una piel de invencible corteza,
y son inagotables y generosas fuentes
de vida y de riqueza.

Como si con los astros el polvo peleara,
como si los planetas lucharan con gusanos,
la especie de las manos trabajadora y clara
lucha con otras manos.

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Feroces y reunidas en un bando sangriento,
avanzan al hundirse los cielos vespertinos
unas manos de hueso lívido y avariento,
paisaje de asesinos.

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No han mudado: no cantan. Sus dedos vagan roncos,
mudamente aletean, se ciernen, se propagan.
Ni tejieron la pana, ni mecieron los troncos,
y blandas de ocio vagan.

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Empuñan crucifijos y acaparan tesoros
que a nadie corresponden sino a quien los labora,
y sus mudos crepúsculos absorben los sonoros
caudales de la aurora.

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Orgullo de puñales, arma de bombardeos
con un cáliz, un crimen y un muerto en cada uña:
ejecutoras pálidas de los negros deseos
que la avaricia empuña.

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¿Quién lavará estas manos fangosas que se extienden
al agua y la deshonran, enrojecen y estragan?
Nadie lavará manos que en el puñal se encienden
y en el amor se apagan.

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Las laboriosas manos de los trabajadores
caerán sobre vosotras con dientes y cuchillas.
Y las verán cortadas tantos explotadores
en sus mismas rodillas.

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Miguel Hernández



Reseña biográfica

Este importantísimo escritor murciano nació en el pueblo del noroeste de la Provincia, Caravaca de la Cruz, el día 4 de octubre de 1926. Estudió bachillerato en el colegio de los Hermanos Maristas y continuó los estudios universitarios de Derecho. Trabajó en varias empresas murcianas de exportación e importación y, al final de su corta vida, como asesor jurídico en otras tantas empresas. Falleció el 1 de abril de 1982. Es autor de varias obras. «Las grandes etapas de la historia americana», es su primera obra. Esta sería reeditada posteriormente con el título de «Reflexiones sobre Norteamérica». Sin embargo su gran obra fue «Escuela de mandarines», un extensísimo y complejo relato en prosa que causó una total admiración. El crítico literario Rafael Conte, ha resumido perfectamente el significado de esta obra: «Es un libro difícil, clásico, repleto de humor y sátira, de sereno criticismo desbordante de cultura, elaborado con rigor de forma implacable, que lleva en ocasiones a momentos de espléndida poesía». Todavía alcanzó Miguel Espinosa otro éxito más al publicar «La Tríbada Falsaria» en 1980. A ella le seguiría en 1984 «La Tríbada Confusa». Como libros póstumos se publicaron «Asklepios», en 1985, «La fea burguesía», en 1991. «La feliz Gobernación» quedó inédita.