jueves, 25 de octubre de 2012

Que se cierre esa puerta...



Que se cierre esa puerta
que no me deja estar a solas con tus besos.
Que se cierre esa puerta
por donde campos, sol y rosas quieren vernos.

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Esa puerta por donde
la cal azul de los pilares entra
a mirar como niños maliciosos
la timidez de nuestras dos caricias
que no se dan porque la puerta , abierta...

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Por razones serenas
pasamos largo tiempo a puerta abierta.
Y arriesgado es besarse
y oprimirse las manos, ni siquiera
mirarse demasiado, ni siquiera
callar en buena lid...

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Pero en la noche
la puerta se echa encima de sí misma
y se cierra tan ciega y claramente
que nos sentimos ya, tú y yo, en campo abierto,
escogiendo caricias como joyas
ocultas en la noche con jardines
puestos en las rodillas de los montes,
pero solos tú y yo.

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La mórbida penumbra
enlaza nuestros cuerpos y saquea
mi inédita ternura,
la fuerza de mis brazos que te agobian
tan dulcemente, el gran beso insaciable
que se bebe así mismo
y en su espacio redime
lo pequeño de ilímites distancias...

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Dichosa puerta que nos acompañas
cerrada, en nuestra dicha. Tu obstrucción
es la liberación de estas dos cárceles;
la escapatoria de las dos pisadas
idénticas que saltan a la nube
de la que se regresa en la mañana.

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Carlos Pellicer



Reseña biográfica

Poeta y museólogo mexicano nacido en Villahermosa, Tabasco en 1899.
Viajero apasionado y poeta de recintos cerrados, fue cantor de los grandes ríos, de la selva y el sol.
Ocupó varios cargos importantes en diferentes  museos, fue profesor de literatura e historia y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
Ocupó además la presidencia del Consejo Latinoamericano de escritores con sede en Roma.  
La mejor definición del poeta la da Octavio Paz: "Gran poeta, Pellicer nos enseñó a mirar el mundo con otros ojos y al hacerlo modificó la poesía mexicana. Su obra, toda una poesía con su pluralidad de géneros, se resuelve en una luminosa metáfora, en una interminable alabanza del mundo: Pellicer es el mismo de principio a fin".
«Piedra de sacrificios» en 1924, «Hora de junio» en 1937, «Exágonos» en 1941, «Subordinaciones» en 1948 y «Con palabras y fuego» en 1963, hacen parte de su extensa obra poética.
Falleció en México, en 1977.