martes, 27 de noviembre de 2012

Cena



En Ronda, donde resido,
vive don Diego de Sosa,
y diréte, Inés, la cosa
más brava dél que has oído.

__

Tenía este caballero
un criado portugués,
pero cenemos, Inés,
si te parece, primero.

__

La mesa tenemos puesta;
lo que se ha de cenar, junto;
y el vino y tazas y a punto:
falta comenzar la fiesta.

__

Rebana pan. Bueno está.
La ensaladilla es del cielo
y el salpicón, con su ajuelo,
¿no miras qué tufo da?

__

Esto, Inés, ello se alaba;
no es menester alaballo;
sola una falta le hallo:
que con la priesa se acaba.

__

Echa vino, y por tu vida,
que le des tu bendición:
yo tengo por devoción
de santiguar la bebida.

__

Bueno fue, Inés, ese toque;
franco fue, mas yo, ¿qué hago?
Vale un florín cada trago
de este vinillo aloque.

__

La taberna de la esquina
lo suele a veces vender;
grande consuelo es tener
la taberna por vecina.

__

Echa otra vez, serán dos,
ya que la cosa va rota.
¡Quién dél tuviere una bota
para más servir a Dios!

__

La ensalada y salpicón
hizo fin; ¿qué viene agora?
La morcilla, ¡oh, gran señora,
digna de veneración!

__

¡Qué oronda viene y qué bella!
¡Qué bizarro garbo tiene!
Yo sospecho, Inés, que viene
para que demos en ella.

__

Pues, ¡sus!, encójase y entre,
que es algo angosto el camino.
No eches agua, Inés, al vino,
no se escandalice el vientre.

__

Ande apriesa el trasaniejo,
porque con más gusto comas;
Dios te guarde, que así tomas,
como sabia, el buen consejo.

__

Mas di: ¿no adoras y precias
la morcilla ilustre y rica?
¡Cómo la traidora pica!
Tal debe de estar de especias.

__

¡Qué llena está de piñones!
Morcilla de cortesanos
y asada por esas manos
hechas a cebar lechones.

__

Vive Dios, que se podía
poner al lado del Rey,
al fin, puerco a toda ley,
que hinche tripa vacía.

__

Probemos lo del pichel,
alto licor celestial:
no es el aloquillo tal,
ni tiene que ver con él.

__

¡Qué suavidad! ¡Qué clareza!
¡Qué cuerpo rancio y olor!
¡Qué paladar! ¡Qué color,
todo con tanta fineza!

__

El corazón me revienta
de placer y a ti te veo
cómo te va. Yo, por mí,
que debes de estar contenta.

__

Mas el queso sale a plaza,
la moradilla va entrando,
y ambos vienen preguntando
por el pichel y la taza.

__

Prueba el queso, que es extremo:
el de Pinto no le iguala;
y la aceituna no es mala:
bien puede bogar su remo.

__

Pues haz, Inés, lo que sueles;
daca de la bota llena.
Bebamos. Hecha es la cena,
levántense los manteles.

__

Ya, Inés, que habemos cenado
tan bien y con tanto gusto,
parece que será justo
volver al cuento pasado.

__

Pues sabrás, Inés hermana,
que el portugués cayó enfermo…
Las once dan; yo me duermo;
quédese para mañana.

____

Baltasar de Alcázar



Reseña biográfica

Poeta español nacido en Sevilla, en 1530 o 1531, de una familia de las más distinguidas.
En su juventud militó bajo las banderas de don Álvaro de Bazán, donde ganó gloria.
Sin embargo, los cuidados de la guerra no le impidieron el cultivo de las artes de la paz, y cultivó con ahínco los clásicos latinos, especialmente a Marcial, cuya ligera ironía debió agradarle mucho, pues si bien no se puede decir que la imita, no deja de notarse la influencia que aquel príncipe de las latinidades tuvo sobre él.
En la corte de Felipe IV brilló mucho, pues era hermano del sumiller de cortina de S. M.
Si sus poesías amenas y muy bien hechas no bastasen para su inmortalidad, le bastaría el haber sido el primer protector de Velázquez, a quien se lo recomendaba el suegro del autor de Las Meninas: Fue él quien por medio de su hermano lo hizo conocer por el Conde Duque y recomendar al rey.
La amistad del pintor Pacheco con Baltasar de Alcázar era ante todo literaria: Pacheco, que no había casi salido de Sevilla, estaba en relación con casi todos los ingenios de aquel tiempo, y tenía en Sevilla una suerte de academia en su estudio de pintor, a la cual solían asistir Góngora, Quevedo, Baltazar de Alcázar, etc. Pacheco no era mal prosador, y el gran don Francisco de Quevedo, le concedió beligerancia y sostuvo con él una larga polémica por medio de la imprenta, sobre asuntos puramente literarios o filosóficos, y que en nada afectó a la amistad que ambos contendientes se tenían.
Murió en 1606.