domingo, 1 de marzo de 2009

Romance del enamorado y la muerte


Yo me estaba reposando
anoche como solía,
soñaba con mis amores,
que en mis brazos se dormían.
Vi entrar señora tan blanca
muy más que la nieve fría.

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-¿Por dónde has entrado, amor?
¿Cómo has entrado, mi vida?
Las puertas están cerradas,
ventanas y celosías.

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-No soy el amor, amante:
La muerte que Dios te envía.
-¡Hay muerte tan rigurosa,
déjame vivir un día!

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-Un día no puedo darte,
-una hora tienes de vida.
Muy deprisa se levanta,
más deprisa se vestía.

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Ya se va para la calle,
en donde su amor vivía.
-¡Ábreme la puerta, blanca,
ábreme la puerta niña!

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-¿La puerta cómo he de abrirte
si la ocasión no es venida?
Mi padre no fue a palacio,
mi madre no está dormida.

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-Si no me abres esta noche,
ya nunca más me abrirías;
la muerte me anda buscando,
junto a ti vida sería.

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-Vete bajo la ventana
donde bordaba y cosía,
te echaré cordel de seda
para que subas arriba,
si la seda no alcanzare,
mis trenzas añadiría.

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Ya trepa por el cordel,
ya toca la barandilla,
la fina seda se rompe,
él como plomo caía.

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La Muerte le está esperando
abajo en la tierra fría:
Vamos, el enamorado,
la hora ya está cumplida.

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Anónimo