sábado, 29 de septiembre de 2012

Coplas del Vino



Nervioso, pero sin duelo
a toda la concurrencia
por la mala voz suplico
perdón y condescendencia.

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Con mi cara de ataúd
y mis mariposas viejas
yo también me hago presente
en esta solemne fiesta.

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¿Hay algo, pregunto yo
más noble que una botella
de vino bien conversado
entre dos almas gemelas?

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El vino tiene un poder
que admira y que desconcierta
transmuta la nieve en fuego
y al fuego lo vuelve piedra.

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El vino es todo, es el mar
las botas de veinte leguas
la alfombra mágica, el sol
el loro de siete lenguas.

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Algunos toman por sed
otros por olvidar deudas
y yo por ver lagartijas
y sapos en las estrellas.

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El hombre que no se bebe
su copa sanguinolenta
no puede ser, creo yo
cristiano de buena cepa.

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El vino puede tomarse
en lata, cristal o greda
pero es mejor en copihue
en fucsia o en azucena.

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El pobre toma su trago
para compensar las deudas
que no se pueden pagar
con lágrimas ni con huelgas.

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Si me dieran a elegir
entre diamantes y perlas
yo elegiría un racimo
de uvas blancas y negras.

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El ciego con una copa
ve chispas y ve centellas
y el cojo de nacimiento
se pone a bailar la cueca.

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El vino cuando se bebe
con inspiración sincera
sólo puede compararse
al beso de una doncella.

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Por todo lo cual levanto
mi copa al sol de la noche
y bebo el vino sagrado
que hermana los corazones.

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Nicanor Parra



Reseña biográfica

Poeta, cuentista y ensayista chileno nacido en San Fabián de Alico, en 1914.
Aunque perteneció a una sencilla familia campesina, heredó de sus padres una gran sensibilidad artística.
Después de sus estudios básicos, se recibió como profesor de Matemáticas en el Liceo de Chillán y en la Universidad de Chile, en 1938.
Durante varios años estuvo radicado Estados Unidos e Inglaterra, gracias a becas otorgadas por institutos privados.
Regresó a Chile en 1951.
Desde 1937 incursionó en el cuento y el ensayo, manteniendo viva su vocación poética de tono evocativo y sentimental, como se puede observar en «Cancionero sin nombre» de 1937. Con el paso de los años adoptó una línea que él mismo denominó "antipoesía", cuya muestra más sorprendente se observa  en «Poemas y antipoemas» de 1954.
En 1969 recibió el Premio Nacional de Literatura de Chile, por «Obra gruesa». En 1991 fue galardonado por segunda vez en su país y luego obtuvo el Premio Internacional Juan Rulfo. En 2011 su obra fue reconocida con el máximo galardón de la lengua castellana "El Premio Cervantes".