viernes, 29 de febrero de 2008

La rosa montaraz


De los aceites,
cuál,
sino ese claro
que brota en la palabra
bien prensada,
que escurre,
cuando gusta,
doradora,
la gota,
la primera,
y es entonces
un ebrio resbalar siempre hacia arriba,
dispuestos a ceder,
y en la obediencia
suave, femenina,
de dejarnos llevar luego hacia dentro
donde giran las raras
luces raras,
y una hermética flor
que huele más.
Qué aventura
mejor
que este soltarnos
con el aceite fino
del idioma
en busca de esa flor,
la misma y sola,
la de ayer,
que no hay otra
y es de todos, y aquí
el uno ya le toma
el pétalo más tierno,
y otro da
con el redondo aroma,
y un tercero
como al descuido coge
su entera envergadura,
y la flor
todavía
-qué mejor aventura-
toda está para aquel que llega luego,
completa y renovada,
y ese viene y le roba
la corola también y no se acaba
en el darse,
y se da,
para ti
y para mí,
la recóndita flor,
la en alto toda.
La nunca averiguada,
esa es la nuestra,
la de las aspas duras,
la llena
de peligros
-qué mejor aventura-,
la del colmo y la rueda,
la que sabe librarnos,
la rosa montaraz,
la exhaladora.
Yo la quise traer,
sólo el viento la lleva.

(de Cantar de ciego)

6666

Vicente Gallego


miércoles, 27 de febrero de 2008

Todavía


Sobre las ruinas de tu amor caído
levantaré de nuevo mis quimeras,
y serás en mi vida un destruido
monumento, donde un ídolo eras.

55

Donde tirano fuiste, las primeras
yerbas silvestres gritarán olvido,
y, recordando nuestras primaveras,
gemirás como un dios arrepentido.

55

Otros dioses vendrán, y nuevas rosas
brotarán de las ruinas silenciosas.
Asoma por levante un nuevo día

55

y he temblado mis penas escribiendo,
porque adentro, muy hondo, estoy sintiendo
que esta noche te quiero todavía...

6666

Dora Castellanos

martes, 26 de febrero de 2008

Lo que necesito de ti



No sabes cómo necesito tu voz;
necesito tus miradas
aquellas palabras que siempre me llenaban,
necesito tu paz interior;
necesito la luz de tus labios
! Ya no puedo... seguir así !
...Ya... No puedo
mi mente no quiere pensar
no puede pensar nada más que en ti.

55

Necesito la flor de tus manos
aquella paciencia de todos tus actos
con aquella justicia que me inspiras
para lo que siempre fue mi espina
mi fuente de vida se ha secado
con la fuerza del olvido...
me estoy quemando;
aquello que necesito ya lo he encontrado
pero aún !Te sigo extrañando!

6666

Mario Benedetti

lunes, 25 de febrero de 2008

Tu boca



Para formar tan hermosa
esa boca angelical,
hubo competencia igual
entre el clavel y la rosa,
la púrpura y el coral.

55

Mintiendo sombras del bien,
en ella el mal se divisa,
por lo que juntos se ven
ya la apacible sonrisa,
ya el enojoso desdén.

55

Y en los senos abrasados
engendra con doble holganza,
o con tormentos doblados,
cada risa una esperanza,
cada desdén mil cuidados.

55

Cual las conchas orientales
en tu boca, y por vencerlas
muestra en riquezas iguales,
cuando desdeña, corales,
y cuando sonríe, perlas.

55

Y si con sombras de bien
tal vez el mal se divisa,
es porque en ella se ven
guardar la miel de su risa
las flechas de su desdén.

55

Si a mí su rigor alcanza,
al ver su hermosura, siente
el corazón doble holganza;
y aunque un desdén me atormente,
déme una risa esperanza.

55

¡Bien haya la dulce boca,
que sólo sus frescos labios
el aura pasando toca;
que haciendo el ámbar agravios,
su miel a gustar provoca!

55

¡Oh, bien haya cuando ufana
dando enojos a la rosa,
muestra su cerco de grana,
fresca como la mañana,
como el azahar olorosa!

55

Y si acaso dulcemente
suelta plácida congojas,
ya es el rumor del ambiente,
ya el susurro de las hojas,
ya el murmurar de la fuente.

55

Si alegres sones respira,
las aves del prado encanta;
y si a vencerlas aspira,
con las que gimen, suspira;
con las que gorjean, canta.

55

Tu miel, aroma y colores,
rinde en amante oblación,
flor, ante cuyos primores,
mustias é inútiles flores
las flores del valle son.

55

El néctar mas regalado
deja que de amores loco
beba en tu labio abrasado;
para una abeja es sobrado
lo que para muchas poco.

55

¡Mas ah! que vertiendo quejas,
me esquivas tu dulce miel;
en vano de una te alejas
si ves que miles de abejas
poblando van el vergel.

55

¡Ay de la rosa encarnada,
que en su seno de carmín
niega a una abeja la entrada!
Tantas la acosan al fin,
que queda sin miel, y ajada.

55


¡Ay de las cándidas flores,
si alzan su capullo tierno
del estío a los ardores!
¡Ay del panal, si el invierno
lo hiela con sus rigores!

55

Dame los gustos sin tasa,
pues ves que el sol estival
las tiernas flores abrasa;
mira que amarga el panal
cuando de sazón se pasa.

55

Ríndete a mí placentera:
no te rinda con agravios
de abejas la turba fiera:
que herir esos dulces labios
herirme en el alma fuera.

55

De ese tesoro las llaves
dame, y sus dones ardientes
libaré en besos suaves,
sin que lo canten las aves,
ni lo murmuren las fuentes.

6666

Ramón de Campoamor

domingo, 24 de febrero de 2008

Ausencia del amante



He vuelto por el camino sin hierba.
Voy al río en busca de mi sombra.
Qué soledad sellada de luna fría.
Qué soledad de agua sin sirenas rojas.
Qué soledad de pinos ácidos errantes...
Voy a recoger mis ojos
abandonados en la orilla.

6666

Carmen Conde

viernes, 22 de febrero de 2008

Cantar de ciego


De ciego es mi cantar,
porque halla vena
donde nunca lo sabe,
y allí aprende
su letra y mi verdad,
que es el decirlo.

55

Pasado lo pasado,
malgastadas
la carne y las razones,
y no habiendo
noticia del propósito, cantemos,
porque sea el trabajo más liviano.

55

De ciego es mi cantar,
pero no es mío,
que lo escuché de boca
de la que yo más quiero.

55

Y si cuatro monedas os sobraran,
ponedlas a su cuenta, que en mi plato
yo no busco dineros.

55

Es sencillo el milagro
cuando el milagro quiere:
que encontrada
su música parece
mejor la flor al que la ve, mejor
y aun acaso más cierta.

55

Es sencillo el milagro
y de tal suerte
que hace luz en la cripta,
abre la nuez,
y pone en danza lúbrica a la muerte.

6666

Vicente Gallego

jueves, 21 de febrero de 2008

Balada del loco amor



I

No, nada llega tarde, porque todas las cosas
tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas;
sólo que, a diferencia de la espiga y la flor,
cualquier tiempo es el tiempo de que llegue el amor.
No, Amor no llega tarde. Tu corazón y el mío
saben secretamente que no hay amor tardío.
Amor, a cualquier hora, cuando toca a una puerta,
la toca desde adentro, porque ya estaba abierta.
Y hay un amor valiente y hay un amor cobarde,
pero, de cualquier modo, ninguno llega tarde.

II

Amor, el niño loco de la loca sonrisa,
viene con pasos lentos igual que viene a prisa;
pero nadie está a salvo, nadie, si el niño loco
lanza al azar su flecha, por divertirse un poco.
Así ocurre que un niño travieso se divierte,
y un hombre, un hombre triste, queda herido de muerte.
Y más, cuando la flecha se le encona en la herida,
porque lleva el veneno de una ilusión prohibida.
Y el hombre arde en su llama de pasión, y arde, y arde
Y ni siquiera entonces el amor llega tarde.

III

No, yo no diré nunca qué noche de verano
me estremeció la fiebre de tu mano en mi mano.
No diré que esa noche que sólo a ti te digo
se me encendió en la sangre lo que soñé contigo.
No, no diré esas cosas, y, todavía menos,
la delicia culpable de contemplar tus senos.
Y no diré tampoco lo que vi en tu mirada,
que era como la llave de una puerta cerrada.
Nada más. No era el tiempo de la espiga y la flor,
y ni siquiera entonces llegó tarde el amor.

6666

José Ángel Buesa

miércoles, 20 de febrero de 2008

El cigarro



Lío tabaco en un papel; agarro
lumbre y lo enciendo, arde ya medida
que arde, muere; muere y enseguida
tiro la punta, bárrenla... y al carro!

55

Un alma envuelve Dios en frágil barro,
y la enciende en la lumbre de la vida,
chupa el tiempo y resulta en la partida
un cadáver. El hombre es un cigarro.

55

La ceniza que cae es su ventura;
el humo que se eleva su esperanza;
lo que arderá después su loco anhelo.

55

Cigarro tras cigarro el tiempo apura;
colilla tras colilla al hoyo lanza,
pero el aroma... ¡piérdese en el cielo!

6666

Pedro Antonio de Alarcón

martes, 19 de febrero de 2008

La amistad es amor



La amistad es amor en serenos estados;
los amigos se hablan, cuando están más callados.
Si el silencio interrumpo, el amigo responde
mi propio pensamiento, que también él esconde.

55

Si él comienza, prosigo el curso de su idea;
ninguno de nosotros la formula ni crea.
Sentimos que hay algo superior que nos guía,
y logra la unidad de nuestra compañía.

55

Y nos vemos llevados a pesar con hondura,
y a lograr certidumbre de la vida insegura;
y sabemos que encima de nuestras apariencias,
se adivina un saber, más allá de las ciencias.

55

Y de eso yo busco tener a mi lado
al amigo que entiende cuando digo callado.

6666

Pedro Prado

domingo, 17 de febrero de 2008

Si tú y yo, Teresa mía, nunca...



Si tú y yo, Teresa mía, nunca
nos hubiéramos visto,
nos hubiéramos muerto sin saberlo:
no habríamos vivido.

55

Tú sabes que moriste, vida mía,
pero tienes sentido
de que vives en mí, y viva aguardas
que a ti torne yo vivo.

55

Por el amor supimos de la muerte;
por el amor supimos
que se muere; sabemos que se vive
cuando llega el morirnos.

55

Vivir es solamente, vida mía,
saber que se ha vivido,
es morirse a sabiendas dando gracias
a Dios de haber nacido.

6666

Miguel de Unamuno

viernes, 15 de febrero de 2008

¡Qué lástima!



¡Qué lástima
que yo no pueda cantar a la usanza
de este tiempo lo mismo que los poetas que hoy cantan!
¡Qué lástima
que yo no pueda entonar con una voz engolada
esas brillantes romanzas
a las glorias de la patria!
¡Qué lástima
que yo no tenga una patria!
Sé que la historia es la misma, la misma siempre, que pasa
desde una tierra a otra tierra, desde una raza
a otra raza,
como pasan
esas tormentas de estío desde esta a aquella comarca.
¡Qué lástima
que yo no tenga comarca,
patria chica, tierra provinciana!
Debí nacer en la entraña
de la estepa castellana
y fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada;
pasé los días azules de mi infancia en Salamanca,
y mi juventud, una juventud sombría, en la Montaña.
Después... ya no he vuelto a echar el ancla,
y ninguna de estas tierras me levanta
ni me exalta
para poder cantar siempre en la misma tonada
al mismo río que pasa
rodando las mismas aguas,
al mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa.
¡Qué lástima
que yo no tenga una casa!
Una casa solariega y blasonada,
una casa
en que guardara,
a más de otras cosas raras,
un sillón viejo de cuero, una mesa apolillada
(que me contaran
viejas historias domésticas como a Francis Jammes y a Ayala)
y el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla.
¡Qué lástima
que yo no tenga un abuelo que ganara
una batalla,
retratado con una mano cruzada
en el pecho, y la otra en el puño de la espada!
Y, ¡qué lástima
que yo no tenga siquiera una espada!
Porque..., ¿Qué voy a cantar si no tengo ni una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada?
¡Qué voy a cantar si soy un paria
que apenas tiene una capa!

55

Sin embargo...
en esta tierra de España
y en un pueblo de la Alcarria
hay una casa
en la que estoy de posada
y donde tengo, prestadas,
una mesa de pino y una silla de paja.
Un libro tengo también. Y todo mi ajuar se halla
en una sala
muy amplia
y muy blanca
que está en la parte más baja
y más fresca de la casa.
Tiene una luz muy clara
esta sala
tan amplia
y tan blanca...
Una luz muy clara
que entra por una ventana
que da a una calle muy ancha.
Y a la luz de esta ventana
vengo todas las mañanas.
Aquí me siento sobre mi silla de paja
y venzo las horas largas
leyendo en mi libro y viendo cómo pasa
la gente a través de la ventana.
Cosas de poca importancia
parecen un libro y el cristal de una ventana
en un pueblo de la Alcarria,
y, sin embargo, le basta
para sentir todo el ritmo de la vida a mi alma.
Que todo el ritmo del mundo por estos cristales pasa
cuando pasan
ese pastor que va detrás de las cabras
con una enorme cayada,
esa mujer agobiada
con una carga
de leña en la espalda,
esos mendigos que vienen arrastrando sus miserias, de Pastrana,
y esa niña que va a la escuela de tan mala gana.
¡Oh, esa niña! Hace un alto en mi ventana
siempre y se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
¡Qué gracia
tiene su cara
en el cristal aplastada
con la barbilla sumida y la naricilla chata!
Yo me río mucho mirándola
y la digo que es una niña muy guapa...
Ella entonces me llama
¡tonto!, y se marcha.
¡Pobre niña! Ya no pasa
por esta calle tan ancha
caminando hacia la escuela de muy mala gana,
ni se para
en mi ventana,
ni se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
Que un día se puso mala,
muy mala,
y otro día doblaron por ella a muerto las campanas.

55

Y en una tarde muy clara,
por esta calle tan ancha,
al través de la ventana,
vi cómo se la llevaban
en una caja
muy blanca...
En una caja
muy blanca
que tenía un cristalito en la tapa.
Por aquel cristal se la veía la cara
lo mismo que cuando estaba
pegadita al cristal de mi ventana...
Al cristal de esta ventana
que ahora me recuerda siempre el cristalito de aquella caja
tan blanca.
Todo el ritmo de la vida pasa
por el cristal de mi ventana...
¡Y la muerte también pasa!

55

¡Qué lástima
que no pudiendo cantar otras hazañas,
porque no tengo una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón de viejo cuero, ni una mesa, ni una espada,
y soy un paria
que apenas tiene una capa...
venga, forzado, a cantar cosas de poca importancia!

6666

León Felipe

jueves, 7 de febrero de 2008

Suma transida



Encerrarte en palabras...
¡Que tú, tú, quepas en verbos, nombres,
y adjetivos intactos!
Que yo lo pueda decir todo:
lo nuestro, esto que hacemos
y estaremos haciendo siempre,
eternísimamente:
hablar, callar, ser tú y yo
siéndonos nuestros.

55

Darte una dimensión humana,
representación de ti en la tierra:
estatua, color, arrebatado paso,
y sereno mirar con esos ojos tuyos
y míos: nuestra mirada del mundo.

55

Que un día, los mortales sin remedio sepan
cómo tuviste sangre,
y abierta pasión por todo;
y te diste cantando, sufriendo,
a mis brazos locos, y lentos, y débiles,
y fuertes, y fríos, y pobres de luz,
pero enamorados tuyos.
Para saber que has sido verdad,
que has sido, ¡pero no eres entonces!

55

Buscar las palabras de cuando no vivas,
para que vivas mientras se hable.
Dios de dolor, nunca decir podré
cómo eres tú, mi amor, amor mío,
criatura de glorificación que hallo
derramada en océanos,
cielos, campos, ríos y árboles;
y hasta en palomas tristes que en la aurora
¡te despiertan a mi amor por ti!

6666

Carmen Conde

miércoles, 6 de febrero de 2008

Anoche cuando dormía



Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Di: ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
en donde nunca bebí?

55

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.

55

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.

55

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.

6666

Antonio Machado

martes, 5 de febrero de 2008

El último amor



I

Amor mío, amor mío.

55

Y la palabra suena en el vacío. Y se está solo.
Y acaba de irse aquella que nos quería. Acaba de
salir.
Acabamos de oír cerrarse la puerta.
Todavía nuestros brazos están rendidos. Y la voz se
queja en la garganta.
Amor mío...

55

Cállate. Vuelve sobre tus pasos. Cierra despacio la
puerta, si es que no quedó bien cerrada.
Regrésate.
Siéntate ahí, y descansa.
No, no oigas el ruido de la calle. No vuelve.
No puede volver.
Se ha marchado y estás solo.
No levantes los ojos para mirarlo todo, como si en
todo aún estuviera.
Se está haciendo de noche.
Ponte así: tu rostro en tu mano.
Apóyate, descansa.
Te envuelve dulcemente la oscuridad y lentamente
te borra.
Todavía respiras. Duerme.
Duerme si puedes. Duerme poquito a poco,
deshaciéndote, desliándote en la noche que poco a
poco te anega.

55

¿No oyes? No, ya no oyes. El puro
silencio eres tú, oh dormido, oh abandonado,
oh solitario.
¡Oh, si yo pudiera hacer
que nunca más despertase!

55


II

Las palabras del abandono. Las de la amargura.

55

Yo mismo, sí, yo y no otro.
Yo las oí. Sonaban como las demás. Daban el mismo
sonido.
Las decían los mismos labios, que hacían el mismo
movimiento.
Pero no se las podía oír igual. Porque significan: las palabras
significan.
Ay, si las palabras fuesen sólo un suave sonido,
y cerrando los ojos se las pudiese escuchar en el sueño...

55

Yo las oí. Y su sonido final fue como el de una llave
que se cierra.
Como un portazo.
Las oí, y quedé mudo.
Y oí los pasos que se alejaron.
Volví y me senté.
Silenciosamente cerré la puerta yo mismo.
Sin ruido. Y me senté. Sin sollozo.
Sereno, mientras la noche empezaba.
La noche larga. Y apoyé mi cabeza en mi mano,
Y dije...

55

Pero no dije nada. Moví mis labios. Suavemente,
suavísimamente.
Y dibujé todavía
el último gesto, ese
que yo nunca repetiría.

55

III

Porque era el último amor. ¿No lo sabes?
Era el último. Duérmete. Calla.
Era el último amor...
Y es de noche.

6666

Vicente Aleixandre

domingo, 3 de febrero de 2008

El día que me quieras



El día que me quieras tendrá más luz que junio;
la noche que me quieras será de plenilunio,
con notas de Beethoven vibrando en cada rayo
sus inefables cosas,
y habrá juntas más rosas
que en todo el mes de mayo.

55

Las fuentes cristalinas
irán por las laderas
saltando cantarinas
el día que me quieras.

55

El día que me quieras, los sotos escondidos
resonarán arpegios jamás oídos.
Éxtasis en tus ojos, todas las primaveras
que hubo y habrá en mundo será cuando me quieras.

55

Cogidas de la mano cual rubias hermanitas,
luciendo galas cándidas, irán las margaritas
por montes y praderas,
delante de tus pasos, el día que me quieras...
y si deshojas una, te dirá su inocente
postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente!
Al reventar el alba del día que me quieras,
tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras,
y en el estanque, nido de gérmenes ignotos,
florecerán las místicas corolas de los lotos.

55

El día que me quieras será cada celaje
de "Las Mil y Una Noches", cada brisa un cantar,
cada árbol una lira, cada monte un altar.

55

El día que me quieras para nosotros dos
cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.

6666

Amado Nervo

viernes, 1 de febrero de 2008

Se querían


Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.

55

Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.

55

Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.

55

Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente sólo.

55

Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.

55

Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.

55

Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.

55

Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.

6666

Vicente Aleixandre