El mal de amor, pastora,
voluntad lo ha de causar;
de lo que el querer se duele,
ni el querer lo dejará.
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Tan pronto te descubrí,
del Amor supe la maña;
turbóme el corazón,
en viéndote en la montaña.
Y, queriendo, no hubo tiempo
de poderme retirar:
de lo que el querer se duele
ni el querer lo dejará.
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Bien sabe Dios que yo quise
poder aquello rehuir,
mas la voluntad primera
no lo quiso consentir.
Amar la hiciera traidora
pero no hará desamar:
de lo que el querer se duele,
ni el querer lo dejará.
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Cuanto tengo ya te he dado,
pues voluntad ha vencido;
ya no está en mi libertad
no querer lo que he querido.
Si más pudiese, pastora,
cómo te lo iba a negar:
de lo que el querer se duele
ni el querer lo dejará.
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Aunque ingrata tú me fueras,
no podría desamarte,
que no quiere mi querer
sino poder contentarte.
Descontento yo estuviera
si no viniera a pensar:
de lo que el querer se duele,
ni el querer la dejará.
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Anónimo