viernes, 10 de octubre de 2008

El destino


Del grueso tronco del mejor madero,
Suele arbitrariamente el artesano,
Hacer que salga de su docta mano
El asiento que ocupa un zapatero:

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Toma otras veces este mismo obrero
Una porción del leño más villano,
Y forma con instinto soberano
El busto de una diosa o de un guerrero.

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El destino también inicuamente
Al artífice imita en sus deslices,
Haciendo venturoso al delincuente;

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Y aquellos que debieran ser felices
Por sus nobles virtudes, inclemente
Los deja miserables e infelices.

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Manuel Zequeira y Arango