viernes, 29 de abril de 2011

Divagaciones sentimentales (De "Divagaciones sentimentales")



Princesa de los ojos floridos y románticos
que vierten una suave luz purificadora,
por quien deshojo todos los lirios de mis cánticos
y hay en mis negras noches esplendores de aurora;

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sé que tus manos leves no estrecharán las mías,
ni probarán mis labios lo dulce de tu boca;
que por el lago azul de mis melancolías
no pasará tu esquife blanco de reina loca:

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y, sin embargo, te amo desesperadamente
y como un ciego voy tras tus amadas huellas;
o elevo mis canciones, como un niño demente
que alza las manos para alcanzar las estrellas.

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Toda mi inútil gloria no vale lo que el oro
de tu risa o un rayo de tu mirar profundo.
Mujer -carne de nardos y de estrellas, tesoro
celeste que ilumina la conciencia del mundo.

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Tú, que haces florecer jazmines en el lodo,
y siendo fuente humana das el divino verso,
tienes por arma el llanto, la risa, el beso, todo
lo fragante y lo puro que tiene el Universo...

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Mujer, Diosa o Esfinge, mi corazón quisiera
ser una roja adelfa a tu seno prendido
que tu boca -rosado vampiro- me sorbiera
la nostálgica y pura fragancia de mi vida.

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Como esos monjes pálidos de que hablan las leyendas,
espectros de las negras crujías conventuales,
yo quiero abandonar las escabrosas sendas
en que urde el Mal sus siete laberintos fatales.

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Encerraré en un claustro mi dolor exquisito
y a solas con mis sueños cultivaré mis rosas;
mi alma será un espejo que copie lo Infinito,
más allá del humano límite de las cosas...

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Tal ha de ser mi vida de paz... hasta que un día,
en la devota celda, me encuentren los Hermanos,
moribundo a los pies de la Virgen María,
teniendo tu amarillo retrato entre mis manos.

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Medardo Ángel Silva




Reseña biográfica


Poeta ecuatoriano nacido en Guayaquil en 1899.
Recibió una cuidadosa educación en el colegio Vicente Rocafuerte  de su ciudad natal.
Muy joven quedó huérfano de padre, situación que lo llevó a trabajar en diversos oficios para mantener su familia.
Fue uno de los precursores de la poesía modernista de su país.
En 1915 fue columnista del diario "El telégrafo", bajo los seudónimos Jean D'Agreve" y "Oscar René". En ese mismo año fundó la revista Letras y Renacimiento donde recogió el pensamiento de  poetas como Verlaine, Baudelaire y Rubén Darío, cuya influencia fue notoria en su corta carrera literaria.
Su espíritu melancólico y depresivo lo llevó a quitarse la vida en 1919.
  Gran parte de su obra permanece aún inédita debido a que su única publicación, "El árbol del bien y del mal" en 1918, sólo contiene parte de su producción.