miércoles, 16 de noviembre de 2011

Pan



Dejaron un pan en la mesa,
mitad quemado, mitad blanco,
pellizcado encima y abierto
en unos migajones de ampo.
Me parece nuevo o como no visto,
y otra cosa que él no me ha alimentado,
pero volteando su miga, sonámbula,
tacto y olor se me olvidaron.
Huele a mi madre cuando dio su leche,
huele a tres valles por donde he pasado:
a Aconcagua, a Pátzcuaro, a Elqui,
y a mis entrañas cuando yo canto.
Otros olores no hay en la estancia
y por eso él así me ha llamado;
y no hay nadie tampoco en la casa
sino este pan abierto en un plato,
que con su cuerpo me reconoce
y con el mío yo reconozco.
Se ha comido en todos los climas
el mismo pan en cien hermanos:
pan de Coquimbo, pan de Oaxaca,
pan de Santa Ana y de Santiago.
En mis infancias yo le sabía
forma de sol, de pez o de halo,
y sabía mi mano su miga
y el calor de pichón emplumado…
Después le olvidé, hasta este día
en que los dos nos encontramos,
yo con mi cuerpo de Sara vieja
y él con el suyo de cinco años.
Amigos muertos con que comíalo
en otros valles, sientan el vaho
de un pan en septiembre molido
y en agosto en Castilla segado.
Es otro y es el que comimos
en tierras donde se acostaron.
Abro la miga y les doy su calor;
lo volteo y les pongo su hálito.
La mano tengo de él rebosada
y la mirada puesta en mi mano;
entrego un llanto arrepentido
por el olvido de tantos años,
y la cara se me envejece
o me renace en este hallazgo.
Como se halla vacía la casa,
estemos juntos los reencontrados,
sobre esta mesa sin carne y fruta,
los dos en este silencio humano,
hasta que seamos otra vez uno
y nuestro día haya acabado…

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Gabriela Mistral



Reseña biográfica

Poeta chilena nacida en Vicuña pequeña localidad del centro norte de Chile en 1889, y fallecida en Nueva York en 1957.
Aunque su nombre real fue Lucila Godoy Alcayaga, adoptó su pseudónimo inspirada en la obra de Gabriel D'Annunzio y Fréderic Mistral. Su labor literaria comenzó a reconocerse en 1914 al resultar ganadora de unos Juegos Florales. En 1922 fue publicada su primera obra y desde entonces viajó por numerosos países de América y Europa.
  Obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1945 como un justo reconocimiento no sólo de su producción poética, sino de la labor literaria     y social de una   mujer que había dedicado su vida a la   difusión de la cultura y a la lucha por la justicia social y los derechos humanos.