lunes, 7 de noviembre de 2011

Se descalzan los días...



Se descalzan los días
para pasar de largo sin que nos demos cuenta.
Son casi despedidas, casi encuentros
-felices pero incómodos-
de cuerpos que se miran
y que aplazan la cita.
Aunque detrás,
suelen quedarnos huellas que no son los recuerdos.

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De aquel jardín inculto yo conservo
el hombre que venía a desearte,
a caminar sin ti,
silvestre y solo.
Porque de ti le hablaban las adelfas,
con sus ramas difíciles como muchachas jóvenes,
y las palmeras altas igual que tu desnudo,
y aquel cielo corrido
que buscaba
la luz con que el amor te distingue los ojos.

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No envejecemos nunca. Tal vez no envejecemos.

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Y ahora puedo decírtelo,
cuando tú me recuerdas las adelfas,
y tu desnudo en arco dibuja una palmera,
y los ojos se nublan
sobre el jardín silvestre de los enamorados.

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Tal vez no envejecemos. O es acaso que el tiempo
se quitó los tacones para no molestarnos.
O es acaso el deseo
que camina en los labios todavía descalzo.

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Luis García Montero



Reseña biográfica

Poeta y ensayista español nacido en Granada en 1958. Es catedrático de Literatura Española y uno de los poetas más destacados del panorama literario actual, con títulos entre los que destacan: El jardín extranjero (Premio Adonais, 1983), Diario cómplice (1987), Las flores del frío, Habitaciones separadas (Premio Loewe y Premio Nacional de Literatura, 1994), Completamente viernes (1998), La intimidad de la serpiente (2001, Premio Nacional de la Crítica 2003) y Vista cansada (2008). Como ensayista ha escrito varios libros y artículos sobre la poesía europea contemporánea: La otra sentimentalidad (con J. Egea y A. Salvador, 1983), Poesía, cuartel de invierno (1988 y 2002), El realismo singular (1993), Confesiones poéticas (1993), El sexto día (2000), Gigante y extraño. Las «Rimas» de Gustavo Adolfo Bécquer (2001), Los dueños del vacío (2004) e Inquietudes bárbaras (2008). Aparte de varias ediciones críticas de obras de Federico García Lorca, Rafael Alberti y Carlos Barral, ha adaptado para la escena algunos clásicos, como Otelo, La Dorotea o La Celestina.