sábado, 31 de marzo de 2012

Soneto a una muchacha enamorada



Si de algo supe fue de amor. Lo digo
con miedo, con ternura, con futuro
para rendir mi cuenta. Sí; lo juro:
si de algo sé es de amor, y él es testigo.

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Él es a un tiempo apoyo y enemigo,
él lo más miserable y lo más puro.
A ti te acecha en tu desvelo oscuro,
y yo, sólo, entre sueños, lo persigo.

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Pero, aunque sé de amor y nadie sabe
tanto de amor, ni amor mismo, no cabe
en otro amor mi tiempo y mi amargura.

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Desde tu amor no sabes tu del mío.
Ni yo del tuyo sé. No sabe el río
del agua pura y niña de la altura.

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José García Nieto



Reseña biográfica

Poeta español nacido en Oviedo en 1914.
Desde los catorce años se radicó en Madrid donde inició sus estudios universitarios de Ciencias Exactas, abandonados al poco tiempo para dedicarse por completo a la poesía y el periodismo.
Fue fundador y director de varias revistas literarias, presidente del Círculo de Bellas Artes, miembro de la Real Academia Española desde 1985, crítico y defensor de la corriente de Garcilaso, y representante eximio de la poesía española de la post-guerra.
Es autor de una amplísima obra poética caracterizada por una gran facilidad y sencillez de expresión, reconocida por los críticos como "sosegadamente apasionada".
Recibió numerosos premios entre los que se destacan:«Nacional de Literatura» en 1957, «Nacional de Poesía Garcilaso de la Vega» en 1951, «Fastenrath» en 1955, «Tomás Morales» de Canarias en 1954, «Internacional de Poesía de Portugal» en 1966, «Ciudad de Barcelona» en 1967, «Hucha de Oro de Cuentos» en 1972, «Boscán» en 1973, «Francisco de Quevedo» en 1976, «Ángaro» en 1978, «Internacional de Poesía Religiosa» en 1979, «Internacional Fernando Rielo» en 1987 y «Cervantes» en 1996.
Falleció en el año 2001.


viernes, 30 de marzo de 2012

Nada



Como la vida es nada en tu filosofía,
brindemos por el cierto no ser de nuestros cuerpos.

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Brindemos por la nada de tus sensuales labios
que son ceros sensuales en tus azules besos;
como todo azul, quimérica mentira
de los blandos océanos y de los blancos cielos.

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Brindemos por la nada del material reclamo
que se hunde y se levanta en tu carnal deseo;
como todo lo carne, relámpago, chispazo,
en la verdad mentira sin fin del Universo.
Brindemos por la nada, bien nada de tu alma,
que corre su mentira en un potro sin freno;
como todo lo nada, buen nada, ni siquiera
se asoma de repente en un breve destello.

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Brindemos por nosotros, por ellos, por ninguno;
por esta siempre nada de nuestros nunca cuerpos;
por todos, por los menos; por tantos y tan nada;
por esas sombras huecas de vivos que son muertos.

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Si del no ser venimos y hacia el no ser marchamos,
nada entre nada y nada, cero entre cero y cero,
y si entre nada y nada no puede existir nada,
brindemos por el bello no ser de nuestros cuerpos.

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Julia de Burgos



Reseña biográfica

Julia Constancia Burgos García, nació en Carolina, Puerto Rico, en 1914.
Se inició en la poesía desde muy temprana edad mientras ejercía como maestra y luego como periodista. En sus primeras publicaciones se refleja la influencia de otros poetas como Alfonsina Storni, Clara Lair y Luis Lloréns Torres. A esta etapa pertenece su obra «Veinte surcos».
Posteriormente vuelca toda su sensibilidad artística en un canto sensual al amor y a la naturaleza, mostrando ciertos rasgos semejantes a Vicente Huidobro y Rafael Alberti. De esta etapa se destacan «Canción de la verdad sencilla» y «El mar y tú».
Está considerada como una de las grandes poetas de su patria.
  Vivió sus últimos años auto-desterrada en Cuba y Nueva York, donde falleció en 1953.


jueves, 29 de marzo de 2012

A buen juez, mejor testigo III (Tradición de Toledo )



Pasó un día y otro día,
un mes y otro mes pasó
y un año pasado había;
mas de Flandes no volvía
Diego, que a Flandes partió.
Lloraba la bella Inés
su vuelta aguardando en vano;
oraba un mes y otro mes
del crucifijo a los pies
do puso el galán su mano.
Todas las tardes venía
después de traspuesto el sol,
y a Dios llorando pedía
la vuelta del español,
y el español no volvía.
Y siempre al anochecer,
sin dueña y sin escudero,
en un manto una mujer
el campo salía a ver
al alto del Miradero.
¡Ay del triste que consume
su existencia en esperar!
¡Ay del triste que presume
que el duelo con que él se abrume
al ausente ha de pesar!
La esperanza es de los cielos
precioso y funesto don,
pues los amantes desvelos
cambian la esperanza en celos,
que abrasan el corazón.
Si es cierto lo que se espera,
es un consuelo en verdad,
pero siendo una quimera,
en tan frágil realidad
quien espera desespera.
Así Inés desesperaba
sin acabar de esperar,
y su tez se marchitaba,
y su llanto se secaba
para volver a brotar.
En vano a su confesor
pidió remedio o consejo
para aliviar su dolor;
que mal se cura el amor
con las palabras de un viejo.
En vano a Ibán acudía,
llorosa y desconsolada,
el padre no respondía,
que la lengua le tenía
su propia deshonra atada.
Y ambos maldicen su estrella,
callando el padre severo
y suspirando la bella,
porque nació mujer ella,
y el viejo nació altanero.
Dos años al fin pasaron
en esperar y gemir,
y las guerras acabaron,
y los de Flandes tornaron
a sus tierras a vivir.
Pasó un día y otro día,
un mes y otro mes pasó,
y el tercer año corría;
Diego a Flandes se partió,
mas de Flandes no volvía.
Era una tarde serena;
doraba el sol de Occidente
del Tajo la vega amena,
y apoyada en una almena
miraba Inés la corriente.
Iban las tranquilas olas
las riberas azotando
bajo las murallas solas,
musgo, espigas y amapolas
ligeramente doblando.
Algún olmo que escondido
creció entre la yerba blanda,
sobre las aguas tendido
se reflejaba perdido
en su cristalina banda.
Y algún ruiseñor colgado
entre su fresca espesura
daba al aire embalsamado
su cántico regalado
desde la enramada oscura.
Y algún pez con cien colores,
tornasolada la escama,
saltaba a besar las flores
que exhalan gratos olores
a las puntas de una rama.
Y allá en el trémulo fondo
el torreón se dibuja
como el contorno redondo
del hueco sombrío y hondo
que habita nocturna bruja.
Así la niña lloraba
el rigor de su fortuna,
y así la tarde pasaba
y al horizonte trepaba
la consoladora luna.
A lo lejos por el llano
en confuso remolino,
vio de hombres tropel lejano
que en pardo polvo liviano
dejan envuelto el camino.
Bajó Inés del torreón,
y llegando recelosa
a las puertas del Cambrón,
sintió latir zozobrosa,
más inquieto el corazón.
Tan galán como altanero
dejó ver la escasa luz
por bajo el arco primero
un hidalgo caballero
en un caballo andaluz.
Jubón negro acuchillado,
banda azul, lazo en la hombrera,
y sin pluma al diestro lado
el sombrero derribado
tocando con la gorguera,
bombacho gris guarnecido,
bota de ante, espuela de oro,
hierro al cinto suspendido,
y a una cadena prendido,
agudo cuchillo moro.
Vienen tras este jinete,
sobre potros jerezanos,
de lanceros hasta siete,
y en la adarga y coselete
diez peones castellanos.
Asióse a su estribo Inés,
gritando: “¿Diego, eres tú?”
Y él, viéndola de través,
dijo: “¡Voto a Belcebú,
que no me acuerdo quién es!”
Dio la triste un alarido
tal respuesta al escuchar,
y a poco perdió el sentido
sin que más voz ni gemido
volviera en tierra a exhalar..
Frunciendo ambas a dos cejas,
encomendóla a su gente
diciendo: “¡Malditas viejas
que a las mozas malamente
enloquecen con consejas!”
Y aplicando el capitán
a su potro las espuelas,
el rostro a Toledo dan,
y a trote cruzando van
las oscuras callejuelas.

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José Zorrilla



   Reseña biográfica

Escritor español nacido en Valladolid, en 1817. En 1833 ingresó en la Universidad de Toledo como estudiante de leyes, y en 1835 pasó a la Universidad de Valladolid.
Publicó sus primeros versos en el diario vallisoletano El Artista. En Madrid, después de abandonar su carrera universitaria, alcanzó fama tras leer unos versos suyos ante el cadáver de Larra (1837). Ocupó el cargo de éste en la redacción de El Español, donde publicó la serie de poemas titulada Poesías (1837), primero de una serie de ocho volúmenes que acabó en 1840. Su éxito poético se renovaría en 1852 con un poema descriptivo, Granada, que quedó inacabado.
Escribió numerosas leyendas (Cantos del trovador, 1840-1841; Vigilias del estío, 1842; Flores perdidas, 1843; Recuerdos y fantasías, 1844; Un testigo de bronce, 1845), en las que resucita a la España medieval y renacentista. Cabe destacar «A buen juez mejor testigo», «Margarita la Tornera» y «El capitán Montoya».
Murió en Madrid en 1893.


Romance del estío



Fui a su puerta de jazmines
para pedirle una brasa,
y ella me dijo que sí,
mientras mis labios miraba.
La moza criolla tenía
rostro de color de playa,
y un mar de negros presagios
en su cabeza ondulaba.
-La boca no se la vi
porque sus ojos cegaban.-
Yo la miré caminar
flexible como una liana,
y la perla de su hombro
se me engastó en la mirada.
-La brisa ciñó sus flancos
desnudos bajo la falda.-
-¿Quieres amarme esta noche,
que será noche estrellada?
Le dije, cuando me trajo
su corazón en la brasa.
-Bajo el ardor de mis ojos
sus senos se maduraban.-
Ella me dijo que sí,
y la tomé por el anca.
Ancas que yo imaginé
ancas de zebra africana.
Piernas de yegua de sangre
que así las hallé de largas.
Pisfar de indómitos bríos
hizo estremecer la pampa.
Rudo galope de besos
oyeron los que pasaban.
Centauro de dos cabezas
miró la noche asombrada.

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Alberto Ángel Montoya



Reseña biográfica

Poeta colombiano, nacido en Bogotá en 1902.
Cultor de un tono romántico trabajado en sonetos magistrales.  Enamorado de la bohemia, del amor, y de la mujer en niveles de suma elegancia, el poeta mereció el calificativo de maestro del soneto galante.
Y eso fue, con toda justeza y exactitud. Su vida estuvo dedicada a la poesía de modo exclusivo. Sus diversos libros, entre los cuales se destacan "La vigilia del vino"  y "El alba inútil", fueron reunidos en un sólo volumen con el título de "Lección de poesía".
Falleció en 1970.


martes, 27 de marzo de 2012

Remanso, canción final



Ya viene la noche.

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Golpean rayos de luna
sobre el yunque de la tarde.

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Ya viene la noche.

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Un árbol grande se abriga
con palabras de cantares.

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Ya viene la noche.

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Si tú vinieras a verme
por los senderos del aire.

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Ya viene la noche.

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Me encontrarías llorando
bajo los álamos grandes.
¡Ay morena!
Bajo los álamos grandes.

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Federico García Lorca



Reseña biográfica

Poeta español nacido en Fuentevaqueros, Granada en 1898.
Estudió Letras en la Universidad de Granada y música con Manuel de Falla. Fue una de las puntas del triángulo surrealista formado por él, Salvador Dalí y Luis Buñuel, atraídos por el significado del manifiesto surrealista de André Bretón. Considerado uno de los grandes poetas del siglo XX, murió asesinado en Granada en 1936.