viernes, 5 de junio de 2009

Íntima


Tú no oprimas mis manos.
Llegará el duradero tiempo
de reposar con mucho polvo
y sombra en los entretejidos dedos.
Y dirías: -No puedo
amarla, porque ya se desgranaron
como mieses sus dedos.
Tú no beses mi boca.
Vendrá el instante lleno
de luz menguada, en que estaré sin labios
sobre un mojado suelo.

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Y dirías: -La amé, pero no puedo
amarla más, ahora que no aspira
el olor de retamas de mi beso.

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Y me angustiara oyéndote,
y hablaras loco y ciego,
que mi mano será sobre tu frente
cuando rompan mis dedos,
y bajará sobre tu cara llena
de ansia, mi aliento.

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No me toques, por tanto. Mentiría
al decir que te entrego
mi amor en estos brazos extendidos,
en mi boca, en mi cuello,
y tú, al creer que lo bebiste todo,
te engañarías como un niño ciego.

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Porque mi amor no es sólo esta gravilla
reacia y fatigada de mi cuerpo,
que tiembla entera al roce del cilicio
y que se me rezaga en todo vuelo.

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Es lo que está en el beso, y no es el labio;
lo que rompe la voz, y no es el pecho:
¡es un viento de Dios, que pasa hendiéndome
el gajo de las carnes, volandero!

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Gabriela Mistral



Reseña biográfica

Poetisa chilena nacida en Vicuña, pequeña localidad del centro norte de Chile en 1889, y fallecida en Nueva York en 1957.
Aunque su nombre real fue Lucila Godoy Alcayaga, adoptó su pseudónimo inspirada en la obra de Gabriel D'Annunzio y Fréderic Mistral. Su labor literaria comenzó a reconocerse en 1914 al resultar ganadora de unos Juegos Florales. En 1922 fue publicada su primera obra y desde entonces viajó por numerosos países de América y Europa.
Obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1945 como un justo reconocimiento no sólo de su producción poética, sino de la labor literaria y social de una mujer que había dedicado su vida a la difusión de la cultura y a la lucha por la justicia social y los derechos humanos.