viernes, 24 de diciembre de 2010

Ven


Ven, oye, yo te evoco.
Extraño amado de mi musa extraña,
ven, tú, el que meces los enigmas hondos
en el vibrar de las pupilas cálidas.
El que ahondas los cauces de amatista
de las ojeras cárdenas…
¡Ven, oye, yo te evoco,
extraño amado de mi musa extraña!

__

¡Ven, tú, el que imprime un solemne ritmo
al parpadeo de la tumba helada!
El que dictas los lúgubres acentos
del decir hondo de las sombras trágicas.
¡Ven, tú, el poeta abrumador, que pulsas
la lira del silencio: la más rara!
¡La de las largas vibraciones mudas,
la que se acorda al diapasón del alma!
¡Ven, oye, yo te evoco,
extraño amado de mi musa extraña!

__

Ven acércate a mí, que en mis pupilas
se hunden las tuyas en tenaz mirada,
vislumbre en ellas el sublime enigma
del “más allá”, que espanta…
¡Ven… Acércate más… Clava en mis labios
tus fríos labios de ámbar,
guste yo en ellos el sabor ignoto,
de la esencia enervante de tu alma!

__

¡Ven, oye, yo te evoco,
extraño amado de mi musa extraña!

____

Delmira Agustini

Reseña biográfica

Poeta uruguaya nacida en Montevideo en 1886, en el seno de una familia burguesa descendiente de alemanes, franceses y porteños.
Desde muy corta edad incursionó en el campo poético publicando su primer poemario,
El libro blanco en 1907. Luego aparecieron Cantos de la mañana en 1910 y Los cálices vacíos.
Mujer de gran sensibilidad y sensualismo, asombró a Montevideo y Buenos Aires con sus libros de versos. Contrajo matrimonio en 1913. Su matrimonio fracasó a los dos meses, y un año después, en 1914, murió asesinada por su marido quien se suicidó después. Después de su muerte se publicaron dos composiciones más: El rosario de Eros y La alborada.