sábado, 30 de agosto de 2008

Mi corazón


Mi corazón, temblando, con latidos me dice:
¿Por qué, por qué, me entregas al primero que pasa
y dejas que una mano ciega me martirice,
o me suelte lo mismo que si fuera una brasa?

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¿Cómo no ves que nadie quiere llevar mi peso,
que nadie retribuye mi impávido cariño?
Me destrozan mis alas amorosas, y en eso
soy semejante a un pájaro que está en manos de un niño…

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¡Si supieras!... Hay seres que me dan contra el suelo,
hay otros que me hielan, y otros se divierten…
Como soy tan confiado, causo mucho recelo;
quienes mejor me tratan son los que no me advierten.

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¿No sabes que padezco? ¿no sufres mi tristeza
desesperante y larga? ¡Si ya no puedo más!...
Aumenta mi infortunio, con mi delicadeza.
¿Por qué me das a todos, por qué, por qué me das?



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Siento en mí, cual gotera, su honda palpitación;
sus latidos son lágrimas que casi no contengo;
y le digo muy bajo: Corazón, corazón,
yo te doy porque tú eres lo más bello que tengo.

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Pedro Miguel Obligado

viernes, 29 de agosto de 2008

Amémonos


Bajo las alas rosa de este laurel florido,
amémonos. El viejo y eterno lampadario
de la luna ha encendido su fulgor milenario
y este rincón de hierba tiene calor de nido.

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Amémonos. Acaso haya un fauno escondido
junto al tronco del dulce laurel hospitalario
y llore al encontrarse sin amor, solitario,
mirando nuestro idilio frente al prado dormido.

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Amémonos. La noche clara, aromosa y mística
tiene no sé qué suave dulzura cabalística.
Somos grandes y solos sobre el haz de los campos

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y se aman las luciérnagas entre nuestros cabellos,
con estremecimientos breves como destellos
de vagas esmeraldas y extraños crisolampos.

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Juana Ibarbourou



jueves, 28 de agosto de 2008

Morir no duele tanto


Morir no duele mucho:
nos duele más la vida.
Pero el morir es cosa diferente,
tras la puerta escondida:

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la costumbre del sur, cuando los pájaros
antes que el hielo venga,
van a un clima mejor. Nosotros somos
pájaros que se quedan:

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los temblorosos junto al umbral campesino,
que la migaja buscan,

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brindada avaramente, hasta que ya la nieve
piadosa hacia el hogar nos empuja las plumas.

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Emily Dickinson



miércoles, 27 de agosto de 2008

Fragmento de la novela "La ilustre fregona"


¿Quién de amor venturas halla?
El que calla.
¿Quién triunfa de su aspereza?
La firmeza.
¿Quién da alcance a su alegría?
La porfía.
De ese modo, bien podría
esperar dichosa palma
si en esta empresa mi alma
calla, está firme y porfía.

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¿Con quién se sustenta amor?
Con favor.
¿Y con qué mengua su furia?
Con la injuria.
¿Antes con desdenes crece?
Desfallece.
Claro en esto se parece
que mi amor será inmortal,
pues la causa de mi mal
ni injuria ni favorece.

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Quien desespera, ¿qué espera?
Muerte entera.
Pues, ¿qué muerte el mal remedia?
La que es media.
Luego, ¿bien será morir?
Mejor sufrir.
Porque se suele decir,
y esta verdad se reciba,
que tras la tormenta esquiva
suele la calma venir.

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¿Descubriré mi pasión?
En ocasión.
¿Y si jamás se me da?
Sí hará.
Llegará la muerte en tanto.
Llegue a tanto
tu limpia fe y esperanza,
que, en sabiéndolo Costanza,
convierta en risa tu llanto.

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Miguel de Cervantes Saavedra



martes, 26 de agosto de 2008

Amor y anhelo


Quiero contarte, dueña del alma,
las tristes horas de mi dolor;
quiero decirte que no hallo calma,
que de tu afecto quiero la palma
que ansiando vivo sólo tu amor.

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Quiero decirte que a tu mirada
me siento débil estremecer,
que me enajena tu voz amada,
que en tu sonrisa vivo extasiada,
que tú dominas todo mi ser.

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Por ti suspiro, por ti yo vierto
llanto de oculto, lento sufrir;
sin ti es el mundo triste desierto
donde camino sin rumbo cierto,
viendo entre sombras la fe morir.

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Y con tu imagen en desvarío
vivo encantando mi soledad,
desde que absorta te vi, bien mío,
y arrebatada, sin albedrío,
rendí a tus plantas mi libertad.

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Deja que el alma temblando siga
de una esperanza soñada en pos,
que enajenada su amor te diga,
mientras un rayo de luz amiga
pido al futuro para los dos.

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¡Oh! ¡si a tu lado pasar la vida
me diera el cielo por todo bien!
¡Si a tu destino mi suerte unida,
sobre tu seno de amor rendida
pudiera en calma doblar la sien!

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¿Qué a mi la saña del hado crudo?
¿Qué los amagos del porvenir?
Tu amor llevando por todo escudo,
yo desafiara su embate rudo
y así me fuera grato vivir.

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¡Ay! en las horas de hondo tormento
que al alma asedian con ansia cruel,
vuela en tu busca mi pensamiento,
mientras el labio trémulo al viento
tu nombre amado murmura fiel.

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Ven y tu mano del pecho amante
calme amorosa las penas mil,
¡oh de mis ansias único objeto!
Ven, que a ti sólo quiero en secreto
contar mis sueños de amor febril.

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Mas no, que nunca mi amante anhelo
podré decirte libre de afán,
gimiendo a solas, en desconsuelo,
cual mis suspiros, en raudo vuelo,
mis ilusiones perdidas van.

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Tuya es mi vida, tuya mi suerte,
de ti mi dicha pende o mi mal;
si al dolor quieres que venza fuerte,
sobre mi frente pálida vierte
de tu ternura todo el raudal.

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Salomé Ureña de Henríquez



viernes, 22 de agosto de 2008

Rimas para tus ojos (A Elvira)


Yo he visto en los salones del Oriente,
el resplandor magnífico de plata,
de la Hostia enorme que al romper la noche
majestuosamente se levanta...

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He visto el resplandor de las estrellas
sobre el cristal undívago del agua;
luciérnagas he visto entre las sombras
brillar con luz fantástica.

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He visto, a los celajes de la luna,
sobre el temblor de las marinas aguas,
gemas, que fingen en la inquieta onda,
la fantasía de un ensueño nauta.

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He visto fuegos fatuos en las noches
cruzar el tedio de la sombra opaca,
fingiendo en el misterio de las sombras
como brillantes lágrimas de plata.

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Lo que no he visto ni en el cielo mismo,
en el encanto de sus noches claras,
es el prodigio de la luz que emerge
de tu pupila misteriosa y rara.

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Federico Bermúdez y Ortega



jueves, 21 de agosto de 2008

Péndulo


Oscila la balanza imperturbable,
la aguja, sin hallar sosiego, queda;
si la vida, fugaz, se muestra amable
celajes de dolor traban su rueda.

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Ayer fue ya, no hay nada más que pueda
reiniciar la aventura inacabable.
Hoy, con calma, contemplo el duro sable
que me espera al final de la vereda.

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Ese nuevo mañana es todo mío,
haré que vibre y me hundiré en su abrazo
soñando eternidades no soñadas;

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y de mis venas, cual feraz rocío,
húmedo, azul, estamparé mi trazo:
las palabras de amor, resucitadas.

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Maybell Lebrón



miércoles, 20 de agosto de 2008

La flor del espino


El padre es un tosco
labriego fornido,
áspero y velludo
gigante broncíneo.
¡La madre, una hembra
con hombrunos bríos,
desgarradas formas,
groseros aliños!
¡Y ved el misterio!...
La niña ha nacido
pequeñita y blanca
como flor de espino.
¡La teta es tan grande
como el angelito!
Parecen el bronce
y el mármol unidos.
Me da mucha pena
que aquel hociquillo
tan tierno, tan puro,
tan fresco, tan rico,
toque el pezón negro
del pechazo henchido.
Y ¡siento una lástima
y un miedo y un frío
cuando el gigantesco
labriego fornido
coge en sus manazas
aquel cuerpecito
blanco como el mármol,
tierno como un lirio!
Como es tan pequeño,
tan blando, tan fino,
temo que las zarpas
del león broncíneo
lo hieran, lo quiebren...
¡Me da miedo y frío!
Y luego, ¡qué ira
cuando le hace mimos
con aquellos dedos
callosos y heridos
y cuando le pone
con brutal cariño
los labiazos ásperos
sobre el hociquillo,
que parece un fresco
clavel con rocío!...

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¡Eran aprensiones!
Después lo he sabido.
El pezón negruzco
del pechazo henchido
no mancha los labios
de los angelitos.
Es moreno y tosco,
¡pero está tan tibio!...
¡Tan tibia y tan pura
derrama en hilillos
la leche purísima
del pechazo henchido,
que ¡pobre de aquella
flor blanca de espino
sin ese venero
de vida tan rico!
¡Por eso aquel ángel
lo quiere tantísimo,
que cuando se aparta,
cansado y ahíto,
del pezón moreno
rebosante y tibio,
lo mira y sonríe,
le quiere hacer mimos,
lo dobla y lo estruja
con el hociquillo,
lo coge y lo suelta,
le da golpecitos,
y poquito a poco
se queda dormido
de hartura y de gusto
junto al calorcillo!...
Ni aquellas manazas
del padre sombrío
lastiman al ángel...
¡Ya lo he comprendido!
¿Qué es lo que no torna
suave el cariño?
Cogerá a su hija
como yo a mi hijo,
que dice su madre
cuando se lo quito
desnudo del halda
para hacerle mimos:
-¡Me da gusto verte
levantar al niño,
porque lo levantas
lo mismo, lo mismo
que los sacerdotes
el cuerpo de Cristo!

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Eran aprensiones,
¡ya lo he comprendido!
Mas queda el enigma
recóndito, vivo...
El hombre es velloso,
grosero, cetrino;
la madre es hombruna
de ceños sombríos;
la débil niñita
¿por qué habrá nacido
blanca como el mármol,
tierna como el lirio?
Pues es un misterio
lo mismo, lo mismo,
que el que nos ofrece
la flor del espino...

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José María Gabriel y Galán



martes, 19 de agosto de 2008

Cobardía


Pasó con su madre. ¡Qué rara belleza!
¡Qué rubios cabellos de trigo garzul!
¡Qué ritmo en el paso! ¡Qué innata realeza
de porte! ¡Qué formas bajo el fino tul!...
Pasó con su madre. Volvió la cabeza:
¡Me clavó muy hondo su mirar azul!

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Quedé como en éxtasis... Con febril premura,
«¡síguela!», gritaron cuerpo y alma al par.
...Pero tuve miedo de amar con locura,
de abrir mis heridas, que suelen sangrar,
¡y no obstante toda mi sed de ternura,
cerrando los ojos, la deje pasar!

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Amado Nervo



domingo, 17 de agosto de 2008

El busto de nieve


De amor tentado un penitente un día
con nieve un busto de mujer formaba,
y el cuerpo al busto con furor juntaba,
templando el fuego que en su pecho ardía.

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Cuanto más con el busto el cuerpo unía,
más la nieve con fuego se mezclaba,
y de aquel santo el corazón se helaba,
y el busto de mujer se deshacía.

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En tus luchas ¡oh amor de quien reniego!
siempre se une el invierno y el estío,
y si uno ama sin fe, quiere otro ciego.

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Así te pasa a ti, corazón mío,
que uniendo ella su nieve con tu fuego,
por matar de calor, mueres de frío.

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Ramón de Campoamor



jueves, 14 de agosto de 2008

Verde mar (Del libro Verdad del sueño)



De tanto quererte, mar,
el corazón se me ha vuelto
marinero.
Y se me pone a cantar
en los mástiles de oro
de la luna, sobre el viento.
Aquí la voz, la canción.
El corazón a lo lejos,
donde tus pasos resuenan
por las orillas del puerto.
De tanto quererte mar,
ausente me estas doliendo
casi hasta hacerme llorar .

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¡Mar!
Y es como si, de pronto,
se hiciera claridad.
Ángeles desnudos. Ángeles
de brisa con luz. Cantar
del agua que danza una
zarabanda de cristal.

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Islas, olas, caracolas.
Grito blanco de la sal...

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Y el corazón, de latido
en latido, dice ¡Mar!

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Meira Delmar


miércoles, 13 de agosto de 2008

La canción del amor olvidado


Para el amor más olvidado
cantaré esta canción:

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No para el que humedece los ojos todavía...
Ni para el que hace ya
sonreír con un poco de emoción...

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Canto para el amor sin llanto
y sin risa;
el que no tiene una rosa seca
ni unas cartas atadas con una cinta.

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Sería algún amor de niño acaso...

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Una plaza gris... Una nube... No sé...

55


Para el amor más olvidado cantaré.

55

Cantaré una canción
sin llamar, sin llorar, sin saber...
El nombre que no se recuerda
pudo tener dulzura:

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Canción sin nombres
quiero cantarte
mientras la noche dura...

55

Cantar para el amor que ya no evocan
las flores con su olor
ni algún vals familiar...
Para el que no se esconde entre cada crepúsculo,
ni atisba ni persigue ni vuelve nunca más...

55

Para el amor más olvidado
-el más dulce...-,
el que no estoy segura de haber amado.

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Dulce María Loynaz



martes, 12 de agosto de 2008

¿Para qué?


¿Para qué este deseo de un afecto profundo,
y este afán de ser noble, y esta lucha por ser;
si sólo viviremos un instante en el mundo,
y la vida que aísla, no nos deja querer?

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¿Para qué transformar el gemido en un canto,
y aprender en las penas, a dar nuestros consuelos;
si todos van huyendo, sordos por desencanto;
y el hombre perseguido tiene horror de los cielos?

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¿Para qué la bondad que provoca el abuso,
cual los mimos que vuelven más caprichoso al niño;
si aceptarán apenas, o le darán mal uso,
al corazón que se hace pesado de cariño?

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El esfuerzo destroza las alas del anhelo,
y el bien con que soñamos, es un ciego derroche.
¡Todas las flores no hacen jardín de este suelo,
y todas las estrellas no pueden con la noche!...

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Y ¿para qué alma mía, vas a seguir tu empeño?
El camino se pierde: no se oye, no se ve...
Mejor es descansar en el lago del sueño:
¿Para qué?... ¿Para qué?...

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Pedro Miguel Obligado



domingo, 10 de agosto de 2008

La victoria


En un libro de versos salpicado
por el amor, por la tristeza, por el mundo,
mis hijos dibujaron señoras amarillas,
elefantes que avanzan sobre paraguas rojos,
pájaros detenidos al borde de una página,
invadieron la muerte,
el gran camello azul descansa sobre la palabra ceniza,
una mejilla se desliza por la soledad de mis huesos,
el candor vence al desorden de la noche.

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Juan Gelman



sábado, 9 de agosto de 2008

Suspiros tristes, lágrimas cansadas... (Soneto)


Suspiros tristes, lágrimas cansadas,
que lanza el corazón, los ojos llueven,
los troncos bañan y las ramas mueven
de estas plantas a Alcides consagradas;

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mal del viento las fuerzas conjuradas
los suspiros desatan y remueven,
y los troncos las lágrimas se beben,
mal ellos y peor ellas derramadas.

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Hasta en mi tierno rostro aquel tributo
que dan mis ojos, invisible mano
de sombra o de aire me le deja enjuto,

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porque aquel ángel fieramente humano
no crea mi dolor, y así es mi fruto
llorar sin premio y suspirar en vano.

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Luis de Góngora y Argote



jueves, 7 de agosto de 2008

La vida es...


La vida es una oportunidad, aprovéchala.
La vida es belleza, admírala.
La vida es bienaventuranza, saboréala.
La vida es un sueño, hazlo realidad.
La vida es un desafío, enfréntalo.
La vida es un deber, cúmplelo.
La vida es un juego, juégalo.
La vida es un tesoro, cuídalo.
La vida es una riqueza, consérvala.
La vida es amor, gózalo.
La vida es un misterio, descúbrelo.
La vida es una promesa, realízala.
La vida es tristeza, supérala.
La vida es un himno, cántalo.
La vida es una lucha, acéptala.
La vida es una aventura, arriésgate.
La vida es felicidad, merécela.
La vida es vida, defiéndela.

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Madre Teresa



miércoles, 6 de agosto de 2008

Embriaguez


En jarros tallados en nácar
apuro un licor ignorado...
Tal vez ni del Rhin en las cavas
pudiera mi sed encontrarlo.

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Con una embriaguez de rocío,
borracha de incógnitos hálitos,
tabernas de azul diluido
recorro en perpetuos veranos.

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Cuando las abejas
y las mariposas,
agobiadas, ebrias,
vuelen de las pomas,
aún libaré yo mi vaso
de extraño licor...
Hasta que los ángeles
me agiten su níveo penacho,
y a los ventanales
celestes se asomen los santos
para contemplarme
borracha de azul y de sol.

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Emily Dickinson