

Y que insensato te erigió un altar,
Por quien el hombre su miseria llora,
De quien recibe sólo un gran pesar.
__
Jamás canté‚ tus triunfos, niño ciego;
No herirme pudo tu temible arpón;
De tus saetas, de tu ardiente fuego,
Conservo ileso y libre el Corazón.
__
Nunca manché‚ las cuerdas de mi lira
Regando en ellas llanto de dolor
De engaños mil que tu deidad respira,
Con que penas sin fin causas traidor.
__
Mi puro labio de tu copa impía
Jamás gustó la emponzoñada miel,
Que al brindar viertes con sagaz falsía
Muerte, veneno y amargura y hiel.
__
Nunca mi oído se inclinó a tu acento;
Siempre tu halago lo creí falaz.
Mi alma inocente no perdió un momento
Su dulce calma, su tranquila paz.
__
Nunca cantar, tirano, tu victoria
Ni tributarte vil adoración
Es mi laurel, mi orgullo, dicha y gloria
Y el más grato placer del corazón.
__
Si mi mejilla en llanto se humedece
Y si en el corazón hay amargor,
Si en la angustia, la dolencia crece,
no es del acíbar de tu copa, amor.
__
¡No te conozco, y de esto me glorío!
Tu nombre odioso escucho con horror,
Y al ver que causas males mil, impío,
Te dice el labio:¡Maldición, amor!
__
Sé que interés te vence, abate, humilla;
Sé que los celos te dan gran temor;
Sé que el mortal te inclina la rodilla.
Yo te desprecio y te maldigo, amor.
____
María Josefa Mujía

Poetisa boliviana nacida en Chuquisaca, en 1820. Conocida también como la Ciega, escribió versos de dolor y de tristeza en la intimidad de su hogar. Sus biógrafos dicen que perdió la vista de tanto llorar la muerte de su padre a los catorce años de edad. Tenía una formación autodidacta y una inclinación natural a la versificación; único medio que le permitía transmitir con energía y precisión los sentimientos que le nacían desde lo más hondo de su ser.
Falleció en 1888.