Amor
no es voluntad, sino destino
de
violenta pasión y fe con ella;
elección
nos parece y es estrella
que
sólo alumbra el propio desatino.
__
Milagro
humano es símbolo divino,
ley
que sus mismas leyes atropella,
ciega
deidad, idólatra querella,
que
da fin y no medio a su camino.
__
Sin
esperanza, y casi sin deseo,
recatado
del propio pensamiento,
en
ansias vivas acabar me veo.
__
Persuasión
eficaz de mi tormento,
que
parezca locura y devaneo
lo
que es amor, lo que es conocimiento.
____
Juan
de Tassis y Peralta-Conde de Villamediana
Reseña biográfica
Nació en Lisboa en
1582, descendiente de la familia de los Torriani e Tassi, originaria de Bérgamo
(Italia), cuya nobleza remontaba hasta el siglo X.
Don Juan se casó en
1601 con Dª Ana de Mendoza y de La
Cerda , sobrina del Duque de Medinaceli, de gran linaje,
descendientes de los reyes de Castilla, y sexta nieta del célebre Marqués de
Santillana, gran magnate y poeta. Ana le dio un hijo varón que se malograría
poco después, y andando el tiempo fallecería ella sin haberle dado más hijos.
Amigo de Lope de
Vega, de Luis de Góngora y Argote, capellán del Rey Felipe III, y de Argensola,
el Conde de Villamediana manifestó desde muy joven una gran inclinación por las
Letras.
Desterrado de la
corte por sus amores escandalosos con la Condesa del Valle, estuvo en Génova dónde brilló
como poeta y jugador empedernido.
Se ganó el favor de
Felipe IV al servir de intermediario para conseguir los íntimos favores de Doña
Francisca de Távora, aristocrática hija de una linajuda familia portuguesa,
figurando así ésta como la primera aventura extramatrimonial del monarca.
Empezó a reemplazar
al valido del rey el conde duque de Olivares. Sin embargo, los rumores de su
enamoramiento por la
Reina Isabel , a la que bombardeó con sonetos de amor y que
circularon por todo Madrid, alimentados por las malévolas intenciones de sus
enemigos, despertaron la desconfianza del Rey.
Fue asesinado por
ballesteros reales que quedaron impunes a causa de la alta protección de que
gozaban, se le sepultó en la bóveda de la capilla mayor del Convento de San
Agustín, en Valladolid.
Los promotores o
autores intelectuales del crimen fueron Felipe IV a través del Conde-Duque de
Olivares, el momento en que ocurrió, iba en un coche por la Calle Mayor de Madrid.