Entre las 5 y las 7,
cada día,
ves a un compañero caer.
No pueden cambiar lo que pasó.
55
El compañero cae,
y ni la mueca de dolor se le puede apagar,
ni el nombre,
o rostros,
o sueños,
con los que el compañero cortaba la tristeza
con su tijera de oro,
separaba,
a la orilla de un hombre,
o una mujer.
55
Le juntaba todo el sufrimiento
para sentarlo en su corazón
debajito de un árbol.
El mundo llora pidiendo comida.
Tanto dolor tiene en la boca.
Es dolor que necesita porvenir.
El compañero cambiaba al mundo
y le ponía pañales de horizonte.
Ahora, lo ves morir,
cada día.
Pensás que así vive.
Que anda arrastrando
un pedazo de cielo
con las sombras del alba,
donde, entre las 5 y las 7,
cada día,
vuelve a caer, tapado de infinito.
6666
Juan Gelman
cada día,
ves a un compañero caer.
No pueden cambiar lo que pasó.
55
El compañero cae,
y ni la mueca de dolor se le puede apagar,
ni el nombre,
o rostros,
o sueños,
con los que el compañero cortaba la tristeza
con su tijera de oro,
separaba,
a la orilla de un hombre,
o una mujer.
55
Le juntaba todo el sufrimiento
para sentarlo en su corazón
debajito de un árbol.
El mundo llora pidiendo comida.
Tanto dolor tiene en la boca.
Es dolor que necesita porvenir.
El compañero cambiaba al mundo
y le ponía pañales de horizonte.
Ahora, lo ves morir,
cada día.
Pensás que así vive.
Que anda arrastrando
un pedazo de cielo
con las sombras del alba,
donde, entre las 5 y las 7,
cada día,
vuelve a caer, tapado de infinito.
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Juan Gelman