viernes, 7 de diciembre de 2012

Del viejo, el consejo



Deja la charla, Consuelo,
que una moza casadera
no debe estar en la era
si no está el Sol en el cielo.

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Tu hogar tendrás apagado,
y al mozo que habla contigo
le está devorando el trigo
la yunta que ha abandonado.

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Mira que está oscureciendo,
que en las riberas lejanas
ya están cantando las ranas,
ya están las aves durmiendo.

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Que tocan a la oración,
y hay gentes murmuradoras
cuyos ojos a estas horas
cristales de aumento son.

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Y es que los oscureceres
son unas horas menguadas
que han hecho ya desgraciadas
a muchas pobres mujeres.

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Mira, muchacha, que ha sido
la tarde muy bochornosa
y va a ser fresca y hermosa
la noche que ha producido.

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Mira que son muy contadas
las fuerzas de la memoria;
mira que huelen a gloria
las mieses amontonadas.

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Y está tu galán delante,
y está tu hermanillo ausente,
y está el amor en creciente
y está la Luna en menguante.

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Y a luz tan débil yo creo
que sola a salir no atinas
del laberinto de hacinas
donde metida te veo.

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Tal vez si el mozo me oyera
pensara que esto es perfidia,
creyera que tengo envidia,
que tengo celos dijera.

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Pues con la venda de amor
no viera que soy un viejo
que sólo con un consejo
puedo acercarme a tu honor.

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Vete, muchacha, y no quieras
llorar prematuros gozos,
que sé lo que son los mozos
y sé lo que son las eras.

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Y en tales oscureceres
pláticas tales de amores
dicen los murmuradores
que son de tales mujeres…

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Y tienen razón, Consuelo,
que una moza casadera
no debe estar en la era
si no está el Sol en el cielo.

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José María Gabriel y Galán



Reseña biográfica

Poeta español nacido en Frades de la Sierra, Salamanca, en 1870. Hijo de labradores, fue a su vez labrador tras de haber ejercido la profesión de maestro, que abandonó al contraer matrimonio. Su consagración como poeta arranca de 1901, cuando en los Juegos Florales celebrados en Salamanca fue galardonado con la flor natural por su composición El ama.
Grandes escritores de aquel tiempo, como Emilia Pardo Bazán, Pereda, Unamuno y Maragall, en pleno auge del costumbrismo literario regionalista, contribuyeron a su rápido encumbramiento. Posteriormente, la crítica le ha regateado méritos, aunque sigue siendo uno de los poetas españoles más leídos. Cantó las tierras y las gentes de Salamanca y Extremadura, en una poesía realista, a veces monótona, pero que dio clara y musical expresión a sentimientos muy arraigados en la conciencia colectiva de su país. En ello reside uno de sus principales méritos, pues, como dice Gerald Brenan, es "uno de los pocos escritores de esta nación de campesinos que siente verdaderamente la vida del campo".
Cabe advertir en su poesía influjos de la escuela poética salmantina, de Espronceda, Zorrilla, José Asunción Silva y Vicente Medina. Los "Aires murcianos" de este último fueron los que, según Unamuno, le sugirieron a Gabriel y Galán sus composiciones en dialecto extremeño, entre las más famosas de las cuales figuran "El embargo" y "El Cristu benditu".
Murió en Guijo de Granadilla, Cáceres, en 1905.