Te
has negado a cerrar los ojos, muerto mío,
abiertos
ante el cielo como dos golondrinas:
su
color coronado de junios, ya es rocío
alejándose
a ciertas regiones matutinas.
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Hoy,
que es un día como bajo la tierra, oscuro,
como
bajo la tierra, lluvioso, despoblado,
con
la humedad sin sol de mi cuerpo futuro,
como
bajo la tierra quiero haberte enterrado.
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Desde
que tú eres muerto no alientan las mañanas,
al
fuego arrebatadas de tus ojos solares:
precipitado
octubre contra nuestras ventanas,
diste
paso al otoño y anocheció los mares.
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Te ha
devorado el sol, rival único y hondo
y la
remota sombra que te lanzó encendido;
te
empuja luz abajo llevándote hasta el fondo,
tragándote;
y es como si no hubieras nacido.
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Diez
meses en la luz, redondeando el cielo,
sol
muerto, anochecido, sepultado, eclipsado.
Sin
pasar por el día se marchitó tu pelo;
atardeció
tu carne con el alba en un lado.
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El
pájaro pregunta por ti, cuerpo al oriente,
carne
naciente al alba y al júbilo precisa;
niño
que sólo supo reír, tan largamente,
que
sólo ciertas flores mueren con tu sonrisa.
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Ausente,
ausente, ausente como la golondrina,
ave
estival que esquiva vivir al pie del hielo:
golondrina
que a poco de abrir la pluma fina,
naufraga
en las tijeras enemigas del vuelo.
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Flor
que no fue capaz de endurecer los dientes,
de
llegar al más leve signo de la fiereza.
Vida
como una hoja de labios incipientes,
hoja
que se desliza cuando a sonar empieza.
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Los
consejos del mar de nada te han valido...
Vengo
de dar a un tierno sol una puñalada,
de
enterrar un pedazo de pan en el olvido,
de
echar sobre unos ojos un puñado de nada.
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Verde,
rojo, moreno: verde, azul y dorado;
los
latentes colores de la vida, los huertos,
el
centro de las flores a tus pies destinado,
de
oscuros negros tristes, de graves blancos yertos.
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Mujer
arrinconada: mira que ya es de día.
(¡Ay,
ojos sin poniente por siempre en la alborada!)
Pero
en tu vientre, pero en tus ojos, mujer mía,
la
noche continúa cayendo desolada.
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Miguel Hernández
Reseña biográfica
Poeta español nacido en Orihuela, Alicante, en 1910.
Hijo de campesinos, desempeñó entre otros oficios, el de pastor
de cabras. Guiado por su amigo Ramón Sijé, se inició en la poesía desde los
veinte años; publicó su primer libro «Perito en lunas» en 1933 y
posteriormente, los sonetos agrupados en «El rayo que no cesa», marcaron la
experiencia amorosa del poeta.
Durante la guerra civil militó muy activamente en el bando
republicano como Comisario de Cultura, siendo encarcelado y condenado a muerte
al terminar el conflicto. Antes de morir, enfermo y detenido, publica su última
obra, «Cancionero y romancero de ausencias».
Falleció en 1942.