lunes, 9 de abril de 2012

Aceituneros



Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma, ¿quién,
quién levantó los olivos?

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No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.

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Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.

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Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.

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Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma, ¿quién
amamantó los olivos?

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Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa de sudor.

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No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.

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Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.

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¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!

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Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma, ¿de quién,
de quién son estos olivos?

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Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.

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Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de las lomas.

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Miguel Hernández



Reseña biográfica

Poeta español nacido en Orihuela, Alicante, en 1910.
Hijo de campesinos, desempeñó entre otros oficios, el de pastor de cabras. Guiado por su amigo Ramón Sijé, se inició en la poesía desde los veinte años; publicó su primer libro «Perito en lunas» en 1933 y posteriormente, los sonetos agrupados en «El rayo que no cesa», marcaron la experiencia amorosa del poeta.
Durante la guerra civil militó muy activamente en el bando republicano como Comisario de Cultura, siendo encarcelado y condenado a muerte al terminar el conflicto. Antes de morir, enfermo y detenido, publica su última obra, «Cancionero y romancero de ausencias».
Falleció en 1942.