viernes, 27 de abril de 2012

Acuérdate de mí



¡Oh! Cuánto tiempo silenciosa el alma
mira en redor su soledad que aumenta
como un péndulo inmóvil, ¡ya no cuenta
las horas que se van!
No siente los minutos cadenciosos
a golpe igual del corazón que adora
aspirando la magia embriagadora
de tu amoroso afán.

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¡Ya no late, ni siente, ni aún respira
petrificada el alma allá en lo interno;
tu cifra en mármol con buril eterno
queda grabada en mí!
¡Ni hay queja al labio ni a los ojos llanto,
muerto para el amor y la ventura
está en tu corazón mi sepultura
y el cadáver aquí!

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En este corazón ya enmudecido
cual la ruina de un templo silencioso,
vacío, abandonado, pavoroso
sin luz y sin rumor;
embalsamadas ondas de armonía
elevábanse a un tiempo en sus altares;
y vibraban melódicos cantares
los ecos de tu amor.

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¡Parece ayer! De nuestros labios mudos
el suspiro de ¡"Adiós" volaba al cielo,
y escondías la faz en tu pañuelo
para mejor llorar!
Hoy... ¡Nos apartan los profundos senos
de dos inmensidades que has querido,
y es más triste y más hondo el de tu olvido
que el abismo del mar!

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Pero, ¿qué es este mar?, ¿qué es el espacio,
qué la distancia, ni los altos montes?
Ni qué son esos turbios horizontes
que mira desde aquí;
si al través del espacio de las cumbres,
de ese ancho mar y de ese firmamento,
vuela por el azul mi pensamiento
y vive junto a ti.

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Si yo tus alas invisibles veo,
te llevo dentro del alma estás conmigo,
tu sombra soy y donde vas te sigo
por tus huellas en pos.
Y en vano intentan que mi nombre olvides;
nacieron, nuestras almas enlazadas,
y en el mismo crisol purificadas
por la mano de Dios.

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Tú eres la misma aún;
cual otros días suspéndense tus brazos de mi cuello;
veo tu rostro apasionado y bello
mirarme y sonreír;
aspiro de tus labios el aliento
como el perfume de claveles rojos,
y brilla siempre en tus azules ojos
mi sol, ¡mi porvenir!

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Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido;
mi nombre está en la atmósfera, en la brisa,
y ocultas a través de tu sonrisa
lágrimas de dolor; pues mi recuerdo tu memoria asalta,
y a pesar tuyo por mi amor suspiras,
y hasta el ambiente mismo que respiras
te repite, ¡mi amor!

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¡Oh! Cuando vea en la desierta playa,
con mi tristeza y mi dolor a solas,
el vaivén incesante de las olas,
me acordaré de ti.
Cuando veas que una ave solitaria
cruza el espacio en moribundo vuelo,
buscando un nido entre el mar y el cielo…
¡Acuérdate de mí!

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Carlos Augusto Salaverry



Reseña biográfica

Poeta y dramaturgo peruano nacido en 1930 en la hacienda “ La Solana ” jurisdicción del hoy distrito de Lancones en la provincia de Sullana.
Tuvo un destino muy azaroso y turbulento. Arrancado del seno materno desde los tres años por su padre, fue entregado a Doña Juana Pérez e Infantes esposa del caudillo para que velara por su infancia y educación. Poco pudo hacer esta mujer por el futuro poeta que finalmente, a la muerte de su esposo, fusilado el 7 de Febrero de 1836 luego de ser derrotado en la batalla de Socabaya, tuvo que huir a Chile en busca de asilo.
Pasado el vendaval de las pasiones Doña Juana regresa ala Perú con sus hijos Alejandro y Carlos, ingresando este como caballero cadete del ejército bajo la protección del General Castilla y ahí en su cuartel brota esa pasión secreta del alma volcada desordenadamente en el papel que muchas veces ocultaba considerándolo de poco, hasta que gracias a un compañero de cuartel, el oficial Trinidad Fernández, quien ya tenia publicaciones en diferentes diarios, nuestro poeta publica sus primeros versos en “El Heraldo” con las iniciales invertidas de Carlos Augusto.
Participó en el levantamiento de Mariano Ignacio Prado, en el Combate del 2 de Mayo de 1866. Viajó a Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Italia, en Europa fue atacado por la parálisis.
Murió en París en 1891 sus restos fueron repatriados al Departamento de Piura en 1964 y su tumba se encuentra en el Cementerio “San José” de Sullana donde está escrito el siguiente verso:

“Yo quiero que me murmuren
sobre mi tumba un lánguido rumor
como deja en el seno de los mares
su murmullo la ola que pasó”.