¿Qué
exaltaré en la tierra que no sea algo tuyo?
A mi
lecho de ausente me echo como a una cruz
de
solitarias lunas del deseo, y exalto
la
orilla de tu vientre.
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Clavellina
del valle que provocan tus piernas.
Granada
que ha rasgado de plenitud su boca.
Trémula
zarzamora suavemente dentada
donde
vivo arrojado.
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Arrojado
y fugaz como el pez generoso,
ansioso
de que el agua, la lenta acción del agua
lo
devaste: sepulte su decisión eléctrica
de
fértiles relámpagos.
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Aún
me estremece el choque primero de los dos;
cuando
hicimos pedazos la luna a dentelladas,
impulsamos
las sábanas a un abril de amapolas,
nos
inspiraba el mar.
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Soto
que atrae, umbría de vello casi en llamas,
dentellada
tenaz que siento en lo más hondo,
vertiginoso
abismo que me recoge, loco
de la
lúcida muerte.
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Túnel
por el que a ciegas me aferro a tus entrañas.
Recóndito
lucero tras una madreselva
hacia
donde la espuma se agolpa, arrebatada
del
íntimo destino.
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En ti
tiene el oasis su más ansiado huerto:
el
clavel y el jazmín se entrelazan, se ahogan.
De ti
son tantos siglos de muerte, de locura
como
te han sucedido.
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Corazón
de la tierra, centro del universo,
todo
se atorbellina, con afán de satélite
en
torno a ti, pupila del sol que te entreabres
en la
flor del manzano.
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Ventana
que da al mar, a una diáfana muerte
cada
vez más profunda, más azul y anchurosa.
Su
hálito de infinito propaga los espacios
entre
tú y yo y el fuego.
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Trágame,
leve hoyo donde avanzo y me entierro.
La
losa que me cubra sea tu vientre leve,
la
madera tu carne, la bóveda tu ombligo,
la
eternidad la orilla.
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En ti
me precipito como en la inmensidad
de un
mediodía claro de sangre submarina,
mientras
el delirante hoyo se hunde en el mar,
y el
clamor se hace hombre.
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Por
ti logro en tu centro la libertad del astro.
En ti
nos acoplamos como dos eslabones,
tú
poseedora y yo. Y así somos cadena,
mortalmente
abrazados.
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Miguel Hernández
Reseña biográfica
Poeta español nacido en Orihuela, Alicante, en 1910.
Hijo de campesinos, desempeñó entre otros oficios, el de pastor
de cabras. Guiado por su amigo Ramón Sijé, se inició en la poesía desde los
veinte años; publicó su primer libro «Perito en lunas» en 1933 y
posteriormente, los sonetos agrupados en «El rayo que no cesa», marcaron la
experiencia amorosa del poeta.
Durante la guerra civil militó muy activamente en el bando
republicano como Comisario de Cultura, siendo encarcelado y condenado a muerte
al terminar el conflicto. Antes de morir, enfermo y detenido, publica su última
obra, «Cancionero y romancero de ausencias».
Falleció en 1942.