domingo, 14 de noviembre de 2010

Tres cosas

Tres cosas me tienen preso
de amores el corazón,
la bella Inés, el jamón
y berenjenas con queso.

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Esta Inés (amantes) es
quien tuvo en mí tal poder,
que me hizo aborrecer
todo lo que no era Inés.

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Trájome un año sin seso,
hasta que en una ocasión
me dio a merendar jamón
y berenjenas con queso.

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Fue de Inés la primer palma,
pero ya júzgase mal
entre todos ellos cuál
tiene más parte en mi alma.

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En gusto, medida y peso
no le hallo distinción,
ya quiero Inés, ya jamón,
ya berenjenas con queso.

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Alega Inés su beldad,
el jamón que es de Aracena,
el queso y berenjena
la española antigüedad.

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Y está tan en fil el peso
que juzgado sin pasión
todo es uno, Inés, jamón,
y berenjenas con queso.

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A lo menos este trato
de estos mis nuevos amores,
hará que Inés sus favores,
me los venda más barato.

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Pues tendrá por contrapeso
si no hiciere razón,
una lonja de jamón
y berenjenas con queso.

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Baltasar de Alcázar

Reseña biográfica

Poeta español nacido en Sevilla, en 1530 o 1531, de una familia de las más distinguidas.
En su juventud militó bajo las banderas de don Álvaro de Bazán, donde ganó gloria.
Sin embargo, los cuidados de la guerra no le impidieron el cultivo de las artes de la paz, y cultivó con ahínco los clásicos latinos, especialmente a Marcial, cuya ligera ironía debió agradarle mucho, pues si bien no se puede decir que la imita, no deja de notarse la influencia que aquel príncipe de las latinidades tuvo sobre él.
En la corte de Felipe IV brilló mucho, pues era hermano del sumiller de cortina de S. M.
Si sus poesías amenas y muy bien hechas no bastasen para su inmortalidad, le bastaría el haber sido el primer protector de Velázquez, a quien se lo recomendaba el suegro del autor de Las Meninas: Fue él quien por medio de su hermano lo hizo conocer por el Conde Duque y recomendar al rey.
La amistad del pintor Pacheco con Baltasar de Alcázar era ante todo literaria: Pacheco, que no había casi salido de Sevilla, estaba en relación con casi todos los ingenios de aquel tiempo, y tenía en Sevilla una suerte de academia en su estudio de pintor, a la cual solían asistir Góngora, Quevedo, Baltazar de Alcázar, etc. Pacheco no era mal prosador, y el gran don Francisco de Quevedo, le concedió beligerancia y sostuvo con él una larga polémica por medio de la imprenta, sobre asuntos puramente literarios o filosóficos, y que en nada afectó a la amistad que ambos contendientes se tenían.
Murió en 1606.